El Instituto de Cultura CUDES celebró los diez años de la Diplomatura en Cultura Argentina


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El pasado jueves 7 de noviembre, a las 19, el Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios (CUDES) celebró el décimo aniversario de su Diplomatura en Cultura Argentina. Fue un multitudinario acto en el Colegio San Pablo (Ciudad de Buenos Aires). Más de 400 personas nos acompañaron, entre alumnos, exalumnos, profesores e invitados.

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El festejo tuvo como protagonistas oradores a Roberto Bosca –director académico del Instituto de Cultura– y Pedro Luis Barcia –director de la Diplomatura en Cultura Argentina–, quienes dieron los discursos iniciales, y al periodista Pablo Gianera y los profesores Carlos Hoevel, Alejandro Horowicz y Vicente Massot, quienes participaron del panel de debate “La Argentina en el laberinto”.

Los espectadores pudieron disfrutar, en el cierre, de un momento musical que consistió en una payada de José Curbelo y un espectáculo de guitarras del Dúo Faggiano, y de un vino de honor como corolario de la fiesta.

Pedro Luis Barcia y Roberto Bosca
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El evento contó con la presencia de los siguientes profesores de la Diplomatura: Isidoro Ruíz Moreno, Olga Fernández Latour de Botas, Ricardo Elía, Claudio Chaves, Silvio Maresca, Isabel Zwanck, María Elena Vigliani de la Rosa, Antonio Requeni, Carlos Escudé, Dulce Santiago, María Silvia Etcheverry, Daniel Varacalli, Julio Cacciatore, Alberto Bellucci, Cristina Viñuela, Celina Lértora Mendoza, María Sáenz Quesada, Ana Sanguinetti, Abel Posse, Daniel Balmaceda, Marita Carballo, Juan José Delaney, Juan José Ganduglia y José Ramón Sanchis Muñoz . Como invitados, asistieron Graciela Marini, presidenta del Club Belgrano; Norberto Padilla, exsecretario de Culto de la Nación y presidente de la comisión de cultura del Jockey Club; José Luis Gómez López Egea, fundador y primer rector de la Universidad Austral; Guillermo Jaim Etcheverry, científico, docente y exrector de la Universidad de Buenos Aires; José María Poirier Lalanne, director de la revista Criterio; Juan Carlos Villa Larroudet, presidente de Omint; la diputada Marcela Campagnoli; Julio Saguier, director de La Nación; Dante Quinterno, exalumno e hijo del guionista y dibujante de cómics; Martha de Antueno, exalumna y presidenta de la Confraternidad Judeo Cristiana; Vicente Espeche Gil, exembajador en la Santa Sede y el Estado de Israel; Carlos Custer, ex embajador en la Santa Sede; Alberto Daverede, miembro del CARI; el empresario Marcelo Benaglia; y Luis Ovsejevich, presidente de la Fundación Konex.

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Roberto Bosca, director académico del Instituto de Cultura CUDES, fue el responsable de abrir el acto con un discurso de presentación en el que dijo que el programa de la Diplomatura “nació como un regalo de cumpleaños a la Argentina, en el bicentenario. Ahora nosotros cumplimos años. Nació con el propósito de reflexionar sobre cómo somos como nación”.

Destacó que en el curso no se rinden exámenes y que “esto es para disfrutar”. “Hemos enseñado a querer a la Argentina, a la patria”, exclamó, y recordó, en un agradecimiento especial, a Ángelica Cachanosky, la primera alumna, y a Lucía Gálvez, la primera profesora. “Escucharnos, escuchar al otro distinto, eso es la Diplomatura”, definió.

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Luego, Pedro Luis Barcia, fundador y director de la Diplomatura, pronunció su discurso titulado “En la primera década de vida de la Diplomatura en Cultura Argentina”, que comenzó, dijo, con 30 alumnos y hoy estamos con medio millar de alumnos en cuatro sedes. Narró cómo se le ocurrió, cómo nació, la idea de la Diplomatura, y también contó cómo se desarrollaron las distintas etapas previas a su creación y la del Instituto de Cultura.

La idea de “jibarizar” el plan original de la Maestría, explicó, la tomó junto con Roberto Bosca, quien ha sido “el dínamo de esta Diplomatura”, aunque no dejó de agradecer al CUDES y a Sergio Delgado, director ejecutivo del Instituto de Cultura, en sus imprescindibles papeles para hacer realidad el proyecto. Hizo lo propio con los “padres fundadores”, los primeros profesores, los actuales, los directores y secretarias de cada sede, y los alumnos, “que nos han dado un ánimo continuo”.

“Mantuvimos siempre una pluralidad en los profesores, un coro ideológico, con variedad de posiciones y opiniones”, afirmó. Calificó la Diplomatura de “aperitiva, porque abre su apetito y su sed motivándolo a bajar a ‘la bodega vinaria del saber’, como decía santo Tomás de Aquino. De “ordenadora, porque tiene la capacidad de sintetizar lo mucho y lo diverso”. Y de “enriquecedora y pontonera, porque hacemos de pontoneros entre una cátedra y otra, y porque le aporta nuevos contenidos a los suyos, los matiza y los articula”.

El Dr. Barcia aseguró que “el éxito de la Diplomatura se da en el saber  de los profesores, y en que satisfacemos el orgullo de los argentinos en todos los campos de su cultura y de su historia”.

Pablo Gianera, Vicente Massot, Alejandro Horowicz y Carlos Hoevel
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Finalmente, Pedro Luis Barcia presentó lo que iba a suceder a continuación, la mesa de debate “La Argentina en su laberinto”, como un espectáculo, el de ver a un “triálogo” pensando la Argentina.

El público pudo escuchar las reflexiones de un panel que trató el tema de la Argentina en su actual circunstancia, en perspectiva histórica. Expusieron sus ideas y dialogaron entre ellos tres calificados profesores de nuestro programa: Carlos Hoevel, Alejandro Horowicz y Vicente Massot, y actuó como coordinador el periodista Pablo Gianera, subeditor de Cultura y Espectáculos en el diario La Nación, quien anticipó que en la mesa se iba a intentar hacer lo que hace la Diplomatura: aprender a querer a nuestro país y ordenar la manera de pensar la Argentina.

Integrada por intelectuales con distintos enfoques, la mesa fue algo que no se ve habitualmente en nuestro país: la pluralidad de ideas y el intercambio público de ellas a través de un diálogo respetuoso, valores necesarios en la Argentina –mucho más en esta coyuntura– y que son el espíritu de la Diplomatura.

El debate giró en torno a cómo salir del laberinto en el que la Argentina parece estar condenada a mantenerse: la refundación permanente del país y crisis y la actualidad político-social y económica, en relación a su historia y a los mejores tiempos de antaño, pensando en un proyecto a futuro. Además, se abordó el asunto de la identidad “móvil” de la Argentina, una identidad que ha cambiado desde 1810 hasta la actualidad, y si existe una definición de nación que incluya todas las identidades argentinas.

En sus intervenciones, Vicente Massot apuntó que “no sabemos lo que somos. A lo largo de 200 años fuimos distintas cosas, y vamos a hacer otras tantas. No hay forma de contestar qué somos. […] La Argentina es un misterio para el mundo. Cómo pudimos caer tanto –en lo económico, en lo social, en lo educativo–, después de haber logrado en tan poco tiempo tamañas cosas”.

“La excepcionalidad argentina es algo único en el mundo –dijo–, es excepcional el éxito y excepcional la decadencia. De ningún otro país se podía decir lo que se decía de la Argentina en 1940, y acá estamos”.

Sobre la refundación permanente de la nación, aseguró que “todos los gobiernos, civiles y militares, han hecho suya la idea de que el país tenía que ser refundado. La idea de que la Argentina es una cosa que se puede rehacer como un proyecto de ingeniería social ha estado latente en prácticamente en todas las administraciones que hemos conocido en los últimos 70 u 80 años”.

Por su parte, Alejandro Horowicz se preguntó“¿Qué es la Argentina hoy?”, diferenciando el país que somos con el que fuimos en nuestro primer siglo de vida. “En 1920 Buenos Aires se parecía mucho más al Buenos Aires de fines del siglo anterior, que al Buenos Aires actual. La distancia es brutal. Hay una crisis inequívoca, pero esta no es solo argentina, es una crisis global”.

La explicación del problema del desarrollo argentino es “la incapacidad de una visión política integradora, más allá de nuestro horizonte inmediato. Solo somos capaces de jugar en los límites de la cancha, tal cual la cancha se nos presenta. No somos capaces de construir una cancha más grande para un juego mayor”.

Sobre la crisis cultural vinculada a los problemas estructurales y de falta de espacio de reconocimiento para ciertos grupos sociales, ejemplificó con la producción literaria argentina: “En 1970, un puñado de escritores latinoamericanos importantes tenía un gran público. Hoy decenas de escritores argentinos muy importantes disponen de un pequeñísimo público. Tres mujeres acaban de ganar tres premios restallantes: son más conocidas en el exterior que acá. Esto define el estado de la cuestión”.

Carlos Hoevel aseguró que “la Argentina tiene una tremenda dificultad para ver la realidad. […] Hubo una Argentina próspera, pero al mismo tiempo (ya en tiempos de celebración del primer centenario) se presentaba el fenómeno óptico de estar viviendo una realidad que los mismos contemporáneos veían que podía ser una promesa vacía o una ilusión. Ese fenómeno óptico de la grandeza todavía nos domina. El punto de partida de cualquier país es volver a la realidad.

“El éxito y logro económico de hace un siglo fue evidente, rápido y excepcional. Las condiciones para lograrlo no fueron superficiales, fueron una visión conjunta de país”, indicó, y trazó una comparación con lo que sucedió luego y sigue sucediendo. “Pero los procesos históricos son lentos y se van generando en la profundidad de los países. Uno explora esa misma historia y empieza a ver las grietas internas del propio proceso histórico de aquel momento y de los posteriores del siglo XX”, con grupos que querían constituir una Argentina desde una sola visión o proyecto de país. “Esta es una cancha que siempre se intenta construir desde un solo lugar. Un proyecto argentino no va a poder prosperar en la medida en que no haya un nuevo sentido de la política, y un nuevo sentido de cómo puede cobijar el sistema constitucional argentino las distintas familias ideológicas y sociales. Tenemos que poder dirimir en el ámbito de la cultura, de la educación y del debate público las distintas visiones sin utilizar al Estado y al poder como forma de imponer nuestra mentalidad o concepción de país. La verdadera  política debe ser mediadora entre estas visiones del mundo y la que logre que vayan produciéndose los vasos comunicantes para que empiecen a haber acuerdos generales sobre valores fundamentales. La política tiene que volver a ser un medio y no un fin en sí mismo”.

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El espectáculo folklórico llegó luego para condimentar la velada. Primero, con un viejo arte criollo hoy un tanto olvidado, pero siempre presente en las tradiciones patrias: la payada, revivida para el público presente en la voz y la guitarra del poeta José Curbelo, nacido en la localidad uruguaya de El Sauce.

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La última de las presentaciones fue la de dos buenos conocidos de los alumnos de la Diplomatura: El Dúo Faggiano, formado por los hermanos Matías y Agustín Faggiano, profesores del programa, quienes desde 2002 recorren los más diversos escenarios de la Argentina, de América Latina y de Europa llevando su música. Con sus guitarras, tocaron clásicos de “nuestras escarapelas” en la música: el tango y el folklore.

La noche concluyó con un brindis, a través del cual se celebró esta década de cultura argentina con los alumnos, exalumnos, profesores y todos los que hacen posible que la Diplomatura prospere.

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Historia de la Diplomatura

La Diplomatura en Cultura Argentina nació como fruto de las actividades culturales del CUDES desarrolladas a partir  del período previo al Bicentenario de la Revolución de Mayo. El Instituto de Cultura, fundado en 2012, se propuso lo que hoy sigue siendo su objetivo: Ser un espacio de encuentro para descubrir, valorar y disfrutar toda la riqueza del patrimonio cultural argentino y universal. De la mano de los protagonistas y expertos más reconocidos en cada uno de los temas, en un clima cordial y ameno, de diálogo y pluralidad de enfoques.

El Instituto ofrece varias actividades. Entre ellas, la principal es su Diplomatura en Cultura Argentina. El programa de este curso, que tiene una duración de dos años con clases distribuidas en cuatro cuatrimestres, propone una fascinante recorrida por autores y compositores, escuelas y corrientes literarias, plásticas, religiosas, históricas y filosóficas. El propósito es brindar un conocimiento general de la cultura argentina, tanto en perspectiva histórica como en la actualidad.

La Diplomatura está dirigida a personas de todas las edades y profesiones y cuenta con un cuerpo de más de cien profesores del más alto nivel, pertenecientes a las más diversas orientaciones y perspectivas. Las materias o campos temáticos abarcados actualmente son: historia, religión, pensamiento, arquitectura, pintura, escultura, monumentos y lugares históricos, literatura, música, danza, teatro, cine, cultura popular, costumbrismo e identidad.

En el marco del curso, los alumnos también tienen la oportunidad de disfrutar de visitas guiadas a sitios de interés cultural, así como de salidas a galerías de arte y a funciones de música y teatro.

Hoy, la Diplomatura en Cultura Argentina, que entrega un diploma certificado por la Universidad Austral, se dicta en cuatro sedes: el CUDES (Vicente López 1950, Recoleta, Ciudad de Buenos Aires), APdeBA (Maure 1850, Belgrano, Ciudad de Buenos Aires), el CASI (Roque Sáenz Peña 499, San Isidro) y la Universidad Austral (Mariano Acosta 1611, Pilar). Y está organizando para 2020 un programa digital: la Diplomatura en Cultura Argentina Online. Cuenta con el reconocimiento oficial del Ministerio de Cultura, que la declaró de Interés Cultural.