OLGA FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS: “MI LEGADO SON LOS CAMINOS ABIERTOS POR LA CURIOSIDAD Y EL AMOR POR LA INVESTIGACIÓN”


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OLGA FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS: “MI LEGADO SON LOS CAMINOS ABIERTOS POR LA CURIOSIDAD Y EL AMOR POR LA INVESTIGACIÓN” Compartí

 

Entrevista de Roberto Bosca a Olga Fernández Latour de Botas *

 

La profesora de nuestra Diplomatura en Cultura Argentina, especialista en Folklore, Historia y Filología, recordó a los maestros de su juventud, eligió, de entre todos sus libros, los que más le gustó escribir, y manifestó su esperanza de que los resultados de su trabajo “continúen dando, en nuevas manos, frutos valederos para el mejor conocimiento de nuestra identidad cultural y del lugar en el mundo que corresponde a la cultura argentina”.

A continuación, la entrevista realizada por el profesor y director académico del Instituto de Cultura Roberto Bosca.

 

¿Cuál es el libro que más te ha gustado escribir?

La pregunta me hace reflexionar sobre un tema que no me había planteado antes. Es casi como preguntarme a cuál de mis hijos quiero más. Podría decir cuáles de mis libros fueron escritos en clave de juego y no de compromiso científico. Así encarado el tema diré que el poemario Pan de mujer, que contiene dos anteriores titulados Motivos de Guerra I y Motivos de guerra II es uno de ellos. En ese libro concurren entrañables pequeños poemas dedicados, a veces con disimulo, a mis seres más queridos, y también están las múltiples maneras en que la guerra –mal mayor de la historia humana– impacta sobre la mujer y su mundo.  El otro es La magia del guerrero. Homenaje a Borges en el 2000, un libro de relatos en su mayor parte surgidos de experiencias personales trasmutadas en cuanto a sus tiempos, lugares y formas, que me exigió una suerte de liberación respecto de la historia –de mi historia– y un revivir el amplio espectro de posibilidades que, en cada caso, se me habían ofrecido pero que yo no pude, no supe o, en general, no quise aceptar, ni siquiera reconocer. No son libros escritos desde la nostalgia. Al contrario, he tratado de cantar y contar en ellos las maravillas de la vida.

 

¿Qué recuerdas de tus maestros que fueron personalidades insignes de la cultura argentina?

No pasa un día sin que recuerde intensamente a uno o más de mis maestros y que pida al Señor que los bendiga. Para empezar están las maestras de la escuela primaria y los profesores de la secundaria. Docentes de escuelas públicas con tan alto grado de compromiso con la misión que habían elegido que hoy me asombra evocar cada uno de sus gestos, de sus palabras, de la entonación culta que imprimían a sus clases, de la voluntad de hacer crecer a su alumnado elevando hacia arriba a todo el grado o curso por el poder de sus virtudes, que  mis compañeras y yo, deseábamos imitar.  La Escuela Nacional de Danzas Folklóricas Argentinas, ubicada entonces en Avenida Quintana 31, 2º piso, se abrió para mí como un abanico de emociones imprevistas. Yo había estudiado Danza Clásica con Noemí Amneris Perrota, una brillante egresada del Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico que entonces incluía a la Escuela Nacional de Danzas: el arte coreográfico clásico era mi quehacer más amado y, como quehacer, lo sería por poco tiempo más porque sus depuradas técnicas exigen, después de la niñez, una dedicación física exclusiva que yo no estaba dispuesta a otorgarle. Mi idea era convertirme en abogada, estudiar Derecho. Las circunstancias me llevaron por otros rumbos. Debí completar mis estudios de lengua y literatura francesas (¡grandes maestros los hermanos Ariel y  Aurelio Maudet!) e ingresar a la Escuela Nacional de Danzas Folklóricas Argentinas lo cual, en tres años, me otorgaba un título nacional con posibilidades de ejercer la docencia. Fue aquella Escuela, creada por el Maestro Antonio Barceló pocos años antes de mi ingreso, que no sólo me introdujo en la práctica de las danzas folklóricas argentinas sino que me puso en contacto con un nivel intelectual inesperado.  Los profesores de las materias teóricas eras verdaderos sabios. Bruno C. Jacovella y Augusto Raúl Cortazar serían para mí, a partir de entonces, guías permanentes en mi formación, y lo son todavía. Tuve también el privilegio de conocer a Félix Coluccio y luego a Isabel Aretz y a Carlos Vega, en el Instituto Nacional de Musicología, que funcionaba en Av. Quintana 35 y, así como, siguiendo a Jacovella, me convertí, en el Instituto Nacional de la Tradición, en discípula de Juan Alfonso Carrizo, siguiendo a Cortazar asistí, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, a las clases de Berta Elena Vidal de Battini, de Salvador Canals Frau, de Romualdo Ardissone, con quienes tuve oportunidad de compartir un soñado viaje de estudios a la Quebrada de Humahuaca. Corría el mes de enero de 1957 y yo tenía entonces  veintiún años.

 

Carlos Vega en plena tarea de investigación de campo: recopilación de música folklórica

 

En tu obra académica, docente, etc. hay muchas cosas que se pueden apreciar, pero ¿qué consideras que ha sido lo mejor que en ella has querido dejar y has dejado como legado a la sociedad argentina?

Es a pura bondad de mi entrevistador esto de que yo haya dejado algún legado… como no sea el de caminos abiertos por la curiosidad y el amor por la investigación. Creo que algunas de las vertientes por donde se fueron extendiendo mis preferencias son, en primer lugar,  la cartografía cultural (el programa Atlas de la Cultura Tradicional Argentina con sus subprogramas Atlas Histórico, Atlas para la Escuela y Atlas permanente, han producido buenos ejemplos llevados a la realización por excelentes equipos de colaboradores). Del mismo modo creo que he hecho contribuciones no desdeñables con mis estudios de la función histórica de la poesía, ya sea oral y anónima (es decir folklórica), ya  sea impresa de circulación vulgar (literatura de cordel),  ya sea de autor urbano que se expresa en versos con isofonía rústica rioplatense (poesía gauchesca) ,ya sea de autor urbano que evoca, exalta, describe o simplemente canta los bienes culturales del pueblo rural (poesía nativista, según la denominación dada por Jacovella). La Fe me ha llevado, por fin,  a plasmar en libros estudios relacionados con distintos matices del cristianismo, del culto católico. Mi tesis doctoral “La devoción mariana en el folklore argentino” (aprobada cum laude en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad del Salvador) generó un tomo publicado por EDUCA a instancias del entonces Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina, Monseñor Dr. Víctor Manuel Fernández (Achalay mi Virgen, 2014).  Cuando después de un viaje por Europa advertí semejanzas entre rituales populares tradicionales observados allí, no siempre religiosos,  y otros que aún perduran en el interior de nuestro país, concebí como programa de investigación para el Centro de Estudios Folklóricos “Dr. Augusto R. Cortazar” de la UCA, que dirijo,  el titulado “El árbol y la Cruz”. Tras 15 años de trabajo y con los aportes de múltiples estudiosos que fueron mostrando diversas facetas de tan ubérrima relación, acaba de publicarse, también por EDUCA, la obra titulada “El árbol y la Cruz (Religiosidad y ecología)” que he firmado, con la Mgter. María Azucena Colatarci como coautora de la compilación.

Tal vez estas líneas de acción, capaces de ramificarse hasta el infinito,  continúen dando, en nuevas manos, frutos valederos para el mejor conocimiento de nuestra identidad cultural y del lugar en el mundo que corresponde a la cultura argentina.

 

Augusto Raúl Cortazar

 

Video de Olga Fernández Latour de Botas hablando sobre Sarmiento.

 

  • Es profesora en nuestro instituto. Escritora, docente, investigadora especializada en los campos concurrentes del Folklore, la Historia y la Filología. Doctora en Letras por la Facultad de Filosofía, Historia y Letras de la Universidad del Salvador. Ver más.