“LA NAVIDAD EN LA TRADICIÓN ARGENTINA”, POR OLGA FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS


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“LA NAVIDAD EN LA TRADICIÓN ARGENTINA”, POR OLGA FERNÁNDEZ LATOUR DE BOTAS Compartí

LA NAVIDAD EN LA TRADICIÓN ARGENTINA

 

Por Olga Fernández Latour de Botas *

 

Artículo publicado en 2010, en el Cuadernillo de Temas Folklóricos,

publicación auspiciada por la Academia del Folklore de Salta 

Número 5, dedicado a la Navidad y el folklore

 

La importancia de la Navidad en las diferentes culturas es insoslayable, basta pensar en las contemporáneas adecuaciones de la celebración que muchos cristianos y no cristianos realizan reemplazando su verdadera razón de ser, el nacimiento de Jesús, por la emergencia de otras entidades remotamente -o ni remotamente- relacionadas con aquel hecho histórico, como el simpático Santa Claus o Papá Noel en su trineo, el decorativo abeto o pino, la chimenea, el tronco, las ramas de muérdago o enebro, los lazos de colores, las campanitas, todo lo cual ilustra bellamente tarjetas, papeles para envoltorios, utensilios hogareños.

Cada uno de esos símbolos procede del universo mítico de distintas comarcas, generalmente europeas, conjugado en diversos tiempos y lugares con la gran Buena Nueva del cristianismo y conlleva narraciones encantadoras que forman parte de tradiciones muy antiguas, algunas con remotos antecedentes pre-cristianos, de sus tierras originarias. Al Trasladarse a América y al resto del mundo, primero en el bagaje de los viajeros y colonizadores y posteriormente en la cinta continua de una información niveladora cada vez más influyente, estas creencias y costumbres han ido tomando características nuevas en cuya iconografía prima, sin embargo, la evocación de ambientes invernales y paisajes nevados, propios del mes de diciembre en el hemisferio norte. Y se mantienen también, bien es sabido, hábitos alimentarios asociados a la fiesta que son propios del clima frío y hasta contraindicados en el tórrido, como las frutas secas, nueces, avellanas, panes dulces con levadura y otras delicias con muchas calorías.

Más allá de la humana ternura con que se contempla especialmente a la infancia en tiempo de Navidad y a la comprensión con que vemos a quienes, sin ser cristianos, desean ofrecer a sus niños una fiesta plena de seducción, es claro que en función de éstos y transferentemente de los adultos también, la idea dominante en la “publicidad navideña” que conduce los comportamientos masivos de la gente, es la de crear espacios y generar medios apropiados para la aparición del gran símbolo de la Navidad globalizada: el regalo.

 

Nacimiento de Jesús, de Raúl Soldi.

Mural del pintor argentino en el interior de la iglesia Santa Ana, de Glew (Buenos Aires).

 

Nada hay de malo en esto y a todos nos encanta saber que, para Navidad, debemos pensar más que nunca en los otros -conocidos o desconocidos- para sorprenderlos con aquello que los haga felices y, por qué no, esperar con ilusión que nos toquen también algunos buenos pensamientos materializados en ¡regalos!

Frente a esa Navidad consciente de la niñez humana pero muchas veces desentendida del advenimiento de Jesús -sin el cual la fiesta carece de sentido-, es bueno recordar que en Ia Argentina podemos hallar con esencia viva otras -celebraciones más ligadas al cristianismo y especialmente a la tradición del catolicismo hispánico que llegó a nuestras tierras sudamericanas.

Todas las provincias argentinas poseen, en su patrimonio tradicional, manifestaciones navideñas en las cuales el centro y corazón de la fiesta es un ámbito sagrado, esencialmente hogareño, llamado “pesebre” o “nacimiento”, que se construye figurando el establo de Belén donde nació Cristo el 25 de diciembre, según la teofanía basada en las actas quirinales que comenzó a practicarse en Antioquía, por influencia de San Juan Crisóstomo, hacia el año 315 (Miguel Angel Etcheverrigaray, 1963).

Un número variable de figuras humanas -la Virgen y San José, los pastores, los tres reyes o magos de Oriente montados en camellos y portadores de oro, incienso y mirra-, animales -como el buey y el asno o mula tan próximos que calientan al recién nacido o  los rebaños lejanos-, y entidades sobrenaturales -los ángeles, la estrella de Belén-, adoran al Niño Dios representado como un bebé en pañales y, generalmente, en actitud de bendecir.

Como ocurre siempre en los procesos de folklorización, la transferencia a América de las costumbres navideñas españolas comportó la producción local de variantes de los hechos, y así como la celebración invernal europea se convirtió en fiesta de verano en Sudamérica; también muchas de las costumbres de la primavera y el verano septentrionales se hicieron presentes, adaptadas, en nuestra fiesta del Advenimiento. Una de las manifestaciones más visibles de tal adecuación es la presencia de las danzas de trenzar, prehistóricas en Europa y – según algunos también en América-  vinculadas con los cultos arbóreos de mayo y primavera, entre las prácticas navideñas mantenidas, por ejemplo, en la provincia de Jujuy […].

 

Leer completo el artículo de Olga Fernández Latour de Botas.

 

  • Es profesora en nuestro Instituto. Escritora, docente, investigadora especializada en los campos concurrentes del Folklore, la Historia y la Filología. Doctora en Letras por la Facultad de Filosofía, Historia y Letras de la Universidad del Salvador. Ver más.