DANIEL BALMACEDA: Dejó el periodismo para revelar historias cautivantes, y en medio de la crisis aporta su consejo


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DANIEL BALMACEDA: Dejó el periodismo para revelar historias cautivantes, y en medio de la crisis aporta su consejo Compartí

Entrevista a Daniel Balmaceda,
historiador y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

Daniel Balmaceda es un éxito de ventas rescatando del pasado aspectos poco conocidos de la vida cotidiana y de la política de otros tiempos. En esta entrevista con La Nación que compartimos, da su recomendación para afrontar tiempos turbulentos

Fabiana Scherer, en La Nación – En 2008, Daniel Balmaceda decidió que era hora de dejar el periodismo. Se había formado en en la Universidad Católica Argentina, luego de pasar por las redacciones de las revistas Noticias, Newsweek y El Gráfico, entre otras, para volver a la historia. “Siempre estuvo presente –asevera–, el gusto por la historia se mantuvo de manera casera. Sin que llegara a superficie del todo, pero allí estaba. A fines de la década del 80 formé parte de la Fundación Cristóbal Colón [la presidió entre 1989 y 1993]. Era muy interesante lo que ocurría ahí, ofrecíamos algo más de lo que podía generar la educación clásica”.

¿De qué manera?

-Primero lo hicimos con chicos, con estudiantes, pero después abrimos el campo. La idea era que uno le escribiera a Colón, a la casilla de correo, para preguntarle lo que querían saber de este hombre durante su travesía. Cada una de esas respuestas las respondía Colón, de manera personalizada. Eran cartas escritas a mano, en un español antiguo, pero entendible, en una especie de pergamino quemado por el tiempo. El mensaje te llegaba dentro de una botella, porque supuestamente respondía desde altamar. Enviaban cartas de todas partes, era algo gratuito, nosotros mismos lo financiábamos. En ese momento, por lo menos en mi percepción, me di cuenta de que quienes escribían querían saber otras cosas de la historia. Chicos y grandes preguntaban aspectos más personales, más cotidianos. Querían saber cómo era su familia, si tenía hermanos, qué comía en su casa, en el barco, cuáles eran los juegos que hacía cuando era chico, qué leía, cómo era la ropa, cómo se aseaba. Hasta llegaron a preguntarle por los dinosaurios, qué era lo que él sabía. Fue ahí que noté el interés por este costado de la historia más social, más cotidiana. Y era muy atractivo poder explorar, no solo para los que preguntaban, sino para mí, como fanático de la historia. Estas búsquedas fueron parte de mis comienzos, por así decirlo, en esto de meterme en las cotidianidades. Por circunstancias, digamos más prácticas, y a través de textos de historia y de filología, otra cuestión que me interesa explorar y mucho, comencé a escribir en algunas revistas y allí empezó mi gusto por el periodismo y dejé la historia al costado, solo por un rato, para dedicarme directamente a la actualidad. Hasta que, a fines de la década del 90, en la revista Noticias hicimos una nota de seis o siete páginas sobre el 25 de Mayo de 1810 y volvió ese gustito. Allí, en la Redacción, hablábamos de nuestras notas sobre el tema, sobre los mitos alrededor de lo que nos enseñaron en la escuela, lo que sabíamos y lo que no conocíamos. Un compañero fue el que dijo: “¡Toda la historia es una mentira! ¿Querés hacerme creer que había algún paraguas en 1810?”. Sentí que en esa nota se podrían haber contacto más cosas. Y ahí me decidí a escribir, quería contar la historia argentina desde otra mirada. En mi tiempo libre, me interné en la Biblioteca del Congreso, leí cartas, expedientes, memorias y así escribí mi primer libro: Espadas y corazones: El costado humano de la historia argentina. Después comenzó el recorrido por las editoriales, intentar que se interesaran por el texto. No fue fácil. Algunas me devolvieron el manuscrito sin siquiera haber abierto el sobre. Hasta que, finalmente, moví algunos contactos, y logré publicarlo en la editorial Marea.

[…] “En momentos de crisis, buscamos aferrarnos a los valores del pasado, a esos personajes que hicieron historia, hombres y mujeres que son una fuente inagotable de ejemplos y virtudes”, reflexiona Daniel Balmaceda, el historiador que tiene casi una veintena de libros publicados y que reafirma esta necesidad de encontrar modelos inspiradores, como Manuel Belgrano, a quien por décadas solo se lo identificó como el creador de la Bandera “pero sus méritos fueron de tal magnitud que terminamos siendo injustos con él –reconoce el miembro titular y vitalicio de la Sociedad Argentina de Historiadores y de la Unión de Cóndores de las Américas–. Su principal batalla fue la de mejorarle la vida al otro, hizo del bien común un culto, por encima de sus necesidades personales. Tenemos bastante que aprender de Belgrano. Y, a la vez, mucho que agradecerle. Conocerlo, interpretarlo, es la mejor manera de hacer justicia con él, con este gran patriota. Porque, además de pensar en el otro, sin duda ésa fue su principal batalla. Belgrano les daba un valor a las instituciones, consideraba que debían ser sólidas por encima de los hombres, por quienes ocupan los cargos”.

“Renuncio a mi sueldo de vocal de la Primera Junta de Gobierno porque mis principios así me lo exigen”, escribe Balmaceda en la biografía dedicada al prócer argentino. “Belgrano opinaba que había que instalar escuelas gratuitas en todo el territorio –destaca–, para que no solo aprovecharan los beneficios de la educación aquellos que podían costearla u obtener una beca. Sí, señor. Más de 10 años antes de que los padres de Sarmiento siquiera se conocieran, Belgrano ya clamaba a favor de la educación gratuita. ‘Un pueblo culto nunca puede ser esclavizado’. De eso estaba convencido”…

Parte de la gran biblioteca de Balmaceda.

Crédito foto: Manuel Cascallar.

 

 

 

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