“Daniel Barenboim cumple 80: el artista genial que se aventuró a explicar la inexplicabilidad de la música”, por PABLO GIANERA
Compartimos la nota publicada hoy sobre el pianista y director de orquesta argentino Daniel Barenboim, célebre tanto por su talento como por los conciertos que ha ofrecido para promover la paz entre árabes e israelíes, nacido un día como hoy, 15 de noviembre, de 1942. Adoptó además las nacionalidades española, israelí y palestina.
“Alejado de los escenarios por una enfermedad neurológica, el pianista y director supo ahondar en Beethoven hasta convertirse en su “ejecutante” natural; su relación con Martha Argerich, su trabajo con la orquesta West Eastern Divan, encarnación de su compromiso ante los desafíos de la actualidad, lo elevan por sobre otros grandes maestros”.
La Nación – A los 65 años, Daniel Barenboim dijo que había vivido ya cinco vidas. Podría haber dicho con todo derecho también siete o diez ¿Cuántas otras vidas habrá en esa sola vida hoy, cuando cumple 80 años? En un artículo publicado hace quince días, Barenboim decidió evocar los orígenes de su vida musical. Varios pasajes se solapan con lo que había contado ya en su autobiografía, pero hay detalles nuevos. Cuenta ahí que, tras dejar Buenos Aires y llegar a Salzburgo, se encontró con “algunos de los músicos más importantes del mundo entonces. ¡Gente que había conocido personalmente a Brahms! Fueron testigos de otro tiempo. Vi y escuché a Edwin Fischer, un pianista que me inspira hasta hoy, y toqué la espineta de Mozart en su casa natal, en 1952, y en el marco del final del curso de dirección con Igor Markevitch el Concierto en re menor de Bach”.
Así también, mutatis mutandis, nos pasa con Barenboim, el hombre contemporáneo nuestro que fue testigo y hacedor de otro tiempo; el hombre a quien, a los 12 años, Arthur Rubinstein le dio su primer cigarro, e inauguró una de “sus grandes felicidades diarias”, la de fumar cigarros; el hombre del que, un año antes, Wilhelm Furtwängler había puesto por escrito que era “un fenómeno” y lo invitó a tocar con él y con Filarmónica de Berlín (una invitación que el padre de Barenboim rechazó); y, sobre todo, el hombre que hizo cumbre en todo el repertorio, como pianista y como director. Es también el músico que salió de una Argentina que ahora existe apenas en la imaginación. Sería una infatuación nacionalista que el país se atribuyera una excepcionalidad tan incomprensible como la de Barenboim, pero si no fue “gracias a” la Argentina no fue tampoco entonces “a pesar de” ella.
“Uno se da cuenta de que tiene más ayer que mañana, y entonces el ayer tiene otra importancia”, contaba el maestro a La Nación hacia 2016. Se refería a que la Argentina, entendida como su pasado, había crecido en él. Tal vez eso explique los episódicos conciertos con Martha Argerich: es ella la persona que lo conoce hace más tiempo, literalmente toda una vida, y la única con la que tiene recuerdos compartidos de la infancia en la Argentina, como el Apfelstrudel que comían en la casa de Ernesto Rosenthal, en Talcahuano 1257, en 1949. Lo dijo el propio Barenboim: “Los argentinos somos personas un poco sentimentales. Eso nos une”…
Soledad Aznarez.
periodista, crítico de arte y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina
Si querés recibir el Boletín Digital del Instituto de Cultura
en tu correo electrónico, completá el siguiente formulario: