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Nueva Cultura Compartí

El Boletín Digital está dando paso a los exponentes de la nueva cultura de nuestro país.

En esta entrega publicamos dos poesías de un joven escritor, Fernando Zerpa. Él, al igual que muchos otros, ha respondido a la convocatoria realizada desde el Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios (CUDES).

Este joven autor, surgido de uno de los históricos partidos del conurbano bonaerense, nos cuenta sobre él:

Me llamo Fernando Zerpa y tengo veinticuatro años. Vivo en el barrio de Quilmes, Provincia de Buenos Aires. En la actualidad estoy cursando la Licenciatura de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Quilmes. En mis tiempos de ocio me dedico a escribir poemas, cuentos cortos y todo tipo de variedades literarias (novelas, canciones, etc.). Mi interés por darle forma a las letras y a distintos enunciados surgió por la música. Pasé por varios géneros musicales (sin eludir a algunos grandes de la música clásica), antes de producir mi propio estilo de rock experimental minimalista. Con respecto a mi actividad laboral, corresponde a un camino amalgamado. Fui entrenador en la cadena de restaurantes McDonald’s, trabajé de repositor en un supermercado barrial, kiosquero, etc.“.

Luego de esta presentación, que no por breve nos deja de decir mucho sobre su autor, los invitamos a leer dos de sus poesías. Bonne lecture…

La caída del ego

No he encontrado un solo rastro de su presencia.

Su fría piel provoca una catarsis mental en mi ser.

Es la forma de abandono más común

pero tan difícil de percibir y concebir.

Mi imagen mental se encuentra en blanco,

me es muy difícil pensar en algo.

Las palabras mismas se distancian entre sí.

Me siento nulo y estoy agotado de serlo.

Perdido entre las malezas ásperas de la ignorancia,

me encuentro humillado de manera inconsciente e imperceptible.

Mi revolución se arrastra hacia las alcantarillas de la desdicha,

naufraga sobre el alma de la nada

y la nada se convierte en lo elemental de mi ser,

de mi mente y de mi alma.

De manera cíclica se apodera de la sustancia, destruyendo

mi profundidad y contorno.

En cambio usted,

usted remonta mi vida,

aunque mi razón no comprenda  lo difícil que es tenerte.

Tu amor da lugar al sacrificio.

La luz divina de tu alma purificará mi persona,

la salvación será un hecho.

Pero no puedo dejar de lidiar con mi vergüenza.

Es ella la que me permite recorrer la mediocridad de mi vida,

la exactitud de mis falencias,

la irresponsabilidad de mis compromisos materiales.

Seré discreto emocionalmente,

mi orgullo vagará por el valle de la miseria.

Tus pupilas serán las puertas para el futuro venidero.

Es una resistencia agotadora,

Pero deberé rendirme.

El amor lo vale, tu amor lo vale.

Ahora mírame,

apodérate de mí,

aduéñate de mi sensibilidad,

conquista mi mente

y haz que tu amor

sea mi felicidad eterna.

La tragedia del transeúnte

¿Se podrá observar el horizonte dentro de la ciudad?

El cielo se quiebra por el contorno de las altas paredes.

El suelo se desmorona por el peso de su gente.

Es el mundo de hormigas hecho realidad.

La repulsión se convierte en hábito,

La verdad, en un sueño ideal.

La materia prima de la vida

Estrella su esencia en un charco de cemento.

Mi conciencia se posa sobre un acantilado y

no teme caer al abismo de lo establecido.

Me inclino ante la imposibilidad

de cambiar la substancia de la vida hegemónica.

La muerte es igual como a la de todos,

reposa con calma en una amplia estancia de simbología,

algo que se encuentra externo a mí.

Esa masa, azucarada por la felicidad inmediata,

Es un indicio de mi nebulosidad,

es una pista.