“TODO COMENZÓ CON LA POESÍA”, POR BEATRIZ VEDOYA DE BERASATEGUI


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“TODO COMENZÓ CON LA POESÍA”, POR BEATRIZ VEDOYA DE BERASATEGUI Compartí

TODO COMENZÓ CON LA POESÍA

 

Por Beatriz Vedoya de Berasategui

Alumna de la sede San Isidro de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

En una de las últimas clases de mi curso de Diplomatura en Cultura Argentina vino un profesor a hablar sobre poesía. Una delicia de persona con conocimientos profundos sobre el tema que hizo gustar de la materia aún a los más reacios. Él comentó un libro del poeta escondido en las sierras de Córdoba, Carlos Villasuso, titulado Un paisano de mi flor, Florencio Molina Campo a través de sus cuadros, que tuvo la gentileza de regalarme cuando le conté, vía mail, mi interés por este pintor. Viví casi todos mis veranos, le dije, en un campo familiar bajo la mirada de sus cuadros que adornaban la pared de lo que llamábamos el comedorcito con una hermosa vista a una calle de plátanos añosos. Un lugar acogedor donde los desayunos y las largas conversaciones eran un refugio para los que allí habitábamos y para los huéspedes que con generosidad recibíamos.

Obviamente, las láminas de cuerpos caricaturizados de paisanos y paisanas del viejo almanaque de Alpargatas, con sus epígrafes llenos de humor, no estaban fuera de las charlas. Seguro lector recordarás las frases: “va… cayendo gente al baile”; “ta´que salió lindo el rubio…” y otras, al cual más ingeniosa. Te preguntarás por qué traigo esto a la memoria. Es que me noto últimamente un tanto preocupada por la figura de mi cuerpo. Muy cerca de una caricatura de lo que antes era. ¡Justo a esta edad que cada vez me atraen más los dulces y gramo que engordo difícil bajar por más gimnasio que vaya! Es verdad que con el paso del tiempo todo se va cayendo, de afuera y de adentro pero no es cuestión de que un rollito de más o nuevas manchas en mi cara, me hagan ver las cosas al borde del precipicio. No vaya a ser que al final me caiga. ¡No sé de dónde me vino ahora esta idea de un cuerpo esbelto!

Un día llegué a la conclusión de que no tenía que amargarme por percibir que el aspecto físico se va desgastando sin cesar. “Mira Beatriz, me dije, en la vida ni el dolor es tan oscuro ni la felicidad un paraíso, entonces, pará con este tema. Tu cuerpo, sea como sea tiene un lugar en el universo”. Es cierto, los años no me van a sacar el peso de más, pero sí me pueden deformar la sonrisa interior, el entusiasmo por la vida y no me lo puedo permitir. Hay una canción muy bonita titulada “Smile” que en resumen dice así: … sonríe aunque tu corazón duela, a pesar de tu miedo o tristeza. Y, aunque una lágrima esté cerca, la vida todavía vale la pena…”. Necesito una sonrisa espontánea, sincera, que exprese el gusto por vivir y convivir en amistad. Que manifieste una esperanza verdadera, real. Quiero regalar sonrisas que sanen las penurias, que abracen lo que inquieta, que aplaquen soledades. Las mismas que me sacaron durante años las láminas de Molina Campos.

 

Beatriz

Octubre 2019