“SIN EL RITO GRUPAL DEL ASADO NI EL BESO AMIGUERO, ¿LA ARGENTINIDAD SE VOLVERÁ OTRA COSA?”, por Pablo Alabarces
Clarín – Hace muchísimos años, el escritor, filósofo y político argentino Juan José Hernández Arregui –hoy bastante olvidado, pero lectura frecuente de la izquierda peronista de los años setenta– bromeaba en su libro más importante, Imperialismo y cultura, sobre las correlaciones simplotas que se establecían entre un presunto carácter nacional y sus consecuencias políticas. Por ejemplo, decía Hernández Arregui, los habitantes de zonas frías eran presuntamente más conservadores que los de zonas tropicales. Por eso mismo, bromeaba, los rusos hicieron la revolución.
Ejemplos de esos hay muchísimos; la construcción de estereotipos nacionales suele caer en una zona vaga que oscila entre el ridículo y el absurdo. Preguntémonos, por ejemplo, quiénes son más avaros: ¿los judíos o los escoceses? La respuesta correcta, por supuesto, es ninguno de ellos, sino algunos judíos, algunas escocesas y bastantes alemanes. Del mismo modo: ¿quiénes son más ignorantes, los gallegos o los polacos? La respuesta es, obviamente, la misma: ni unos ni otros, ni tampoco los lapones. ¿Quiénes son más revolucionarios? ¿Los gélidos rusos, los tropicales cubanos o los húmedos vietnamitas?.
Hay mucha literatura escrita sobre el “carácter nacional” –aquí, allá y en todas partes–; no en vano, existen esos sustantivos en varias lenguas que pretenden sintetizar en una única palabra un carácter que sea a la vez descriptivo y prescriptivo: la “inglesidad” (englishness), la “italianidad” (italinitá) o la “argentinidad”. […] En la Argentina, también practicamos la producción y reproducción de este tipo de lugares comunes, estereotipos y mitos. Posiblemente, por detrás funciona una suerte de sociología barata –sin zapatos de goma– según la cual todos y todas estamos capacitados para producir generalizaciones sobre nosotros mismos y nosotras mismas, así como un extendido narcisismo que alimenta todos los chistes étnicos que circulan en el mundo, especialmente en América Latina. Nos burlamos de una pretendida predilección brasileña por el uso de “o mais grande do mundo” –un grave error: los brasileños no usan la cláusula “o mais grande”, sino “o maior”; el error es producto de nuestro pésimo portuñol–, pero nos jactamos de ser el mejor público del mundo, ser la mejor hinchada del mundo, “tener” las mujeres más bellas (pocos lugares comunes tan machistas como éste) y las mejores carnes –sin tolerar la idea de que apenas cruzar a Montevideo desmentiría varias de esas afirmaciones.
La sociología barata consiste en otorgarle carácter universal a una autopercepción (la transformación del “me parece” o “me pasó” en descripción social), o al conocimiento de dos o tres casos: “conozco dos personas que no quieren trabajar; por lo tanto, en este país nadie quiere trabajar”. Cada afirmación que comienza con “los argentinos somos” oculta, sin dudas, una mera afirmación egocéntrica: “yo soy”. Y patriarcal, además: “los argentinos somos” pone de manifiesto, como pocas frases, el carácter machista del castellano, porque inevitablemente propone como general un carácter meramente masculino…
PABLO ALABARCES,
sociólogo y profesor de nuestra Diplomatura en Cultura Argentina