“SECRETOS DE INFANCIA”, POR BEATRIZ VEDOYA DE BERASATEGUI
SECRETOS DE INFANCIA
Por Beatriz Vedoya de Berasategui *
Alumna de la sede San Isidro de la Diplomatura en Cultura Argentina
Devota de Astor Piazzolla no soy pero pude escuchar en la Ballena Azul, del CCK, un concierto en memoria de los cien años de su nacimiento que me gustó. Así concluí una semana ajetreada, placentera, mágica. Una conjunción de vaya a saber qué astros me dio la posibilidad de juntarme, en programas variados, con mi prima que vive en Córdoba, la de Uruguay y una de mis hermanas. Yo, un tanto estructurada, tuve que esforzarme en cambiar mi pensamiento y darme cuenta de que mis actividades diarias no podían hacerme perder estos momentos. Convencerme de que hay ocasiones únicas que pasan por mi vida y alimentan mi alma. Nuestras tres madres eran hermanas de una familia con seis varones más. Dicen que son las mujeres muertas las que regresan en la noche y nos susurran que han conservado pura nuestra sangre y que nos pasan la antorcha del vino sagrado que luego pasaremos nosotras a nuestras hijas. Y eso es lo que hicimos. Ágapes donde conversamos de nuestras benditas infancias, volcamos nuestras alegrías, algunas penas que se filtraron. Es que ellas no piden permiso. Aparecen. Y, siempre, siempre, sobrevolando el recuerdo que en comunidad se hacía más nítido. Secretos que nos repetimos una y otra vez entre nosotras. Tejíamos, como una corona, nuestras memorias entre las flores. Para mí un oasis de felicidad. Hacer presente paisajes olvidados, sentir ese lazo de amistad que no aprieta, que es como un hilo de seda que no queremos soltar. Casi no pensé en Luis en esos días. Tal era el cúmulo de emociones que entraban a mi cuerpo, que pude pintar a Luis distinto con los colores de las sonrisas que nos prodigamos. El amor vence a la muerte. Estoy por creer que es verdad; a veces siento que amo a Luis más que antes, cuando vivía. Él, tiene el poder invisible de recrearme con un soplo, como si nada, la vida que pasamos juntos. Lo quiero a morir, título de una canción. Será por eso que del concierto en la Ballena Azul la pieza que más me gustó no fue la eterna Adios Nonino, ni el magistral Libertango sino Oblivión, tocada por un solista con su saxo y apenas unos toques de la orquesta. Una melodía de una dulzura tal que sentía que me cosían alas y me transportaban a toda prisa. Y subía y subía hasta un lugar donde mis sueños eran cuidados.
- Susana escribió el texto luego del concierto en homenaje a Piazzolla que ella y otros alumnos disfrutaron la noche del jueves 5 de septiembre de 2019. El concierto brindado por la Banda Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires fue en el Centro Cultural Kirchner (CCK) en el marco del ciclo “Astor Piazzola: camino a los 100 años”, que organiza la Fundación Astor Piazzola.