Se necesitarán dos o tres décadas para recuperar la educación. Entrevista a Pedro Barcia
Se necesitarán dos o tres décadas para recuperar la educación
Entrevista a Pedro Barcia
Por Mariana Otero*
El expresidente de la Academia Nacional de Educación asegura que es necesario recuperar la infancia de la pobreza. Participó de la redacción de un anteproyecto de ley sobre nutrición y sobre educación temprana.
Pedro Luis Barcia asegura que la educación argentina está muy vulnerada y vaticina que se necesitarán “dos o tres décadas” para su rescate. Subraya, también, que, en ocasiones, la maestra pasó a ser la “primera madre” de sus alumnos y no la “segunda” y que hay niños que ingresan a la primaria sin saber hablar su lengua.
Barcia es ensayista, lingüista e investigador, reconocido en todo el mundo hispano. Es doctor en Letras, expresidente de las academias Nacional de Educación y Argentina de Letras y lexicógrafo; recibió la mención de honor Domingo Faustino Sarmiento del Senado de la Nación y es Ciudadano Ilustre de Buenos Aires.
Entre sus últimas acciones, participó en la elaboración de una propuesta, que discutirá el Senado, para revertir lo que llama “la lastimosa situación de nuestros niños y del futuro del país”. En otras palabras, para recuperar la infancia de la pobreza.
–El mes pasado, la Academia Nacional de Educación presentó un proyecto de ley sobre educación en la primera infancia: nutrición y estimulación temprana. ¿Sobre qué diagnóstico elaboraron el proyecto? ¿Qué situaciones observan en la infancia?
–El mapa de la desnutrición está asociado al de la pobreza. Del aproximado 30 por ciento de pobres, el 50 por ciento son niños. Las cifras son públicas. Cuando Abel Albino se incorpora a la Academia Nacional de Educación, señala que cinco son las vías conjugadas para salir del estado actual de la niñez desvalida: cloacas, agua corriente, luz eléctrica, nutrición adecuada y estimulación temprana en sus diversos aspectos. El presidente honorario, Avelino Porto, propuso que la Academia Nacional de Educación asuma la tarea de elaborar un proyecto integral para revertir la lastimosa situación de nuestros niños y del futuro del país. Se trabajó en un seminario interno en el que se expusieron las perspectivas diagnósticas de especialistas en sociología, economía, educación socioemocional, neuroeducación; peritos de entidades varias, como Caritas Argentina, experiencias y proyectos de ONG especializadas, etcétera. La tarea concluyó en el anteproyecto que se presentó, en acto público, a la Presidente de la Comisión de Educación del Senado.
–¿En qué consiste el proyecto?
–Lo esencial es la creación de centros asistenciales fijos e itinerantes (parajes rurales, poblaciones aborígenes) en las localidades donde sean necesarios para atender la problemática de la desnutrición (de 0 a 5 años). Crea unidades de educación nutricional y control antropométrico que permitan mejorar los hábitos alimentarios de la población asistida. Crea centros de recuperación de desnutridos graves; dichos centros contarán con equipos constituidos por médico pediatra, nutricionista infantil, psicopedagogo, especialistas en estimulación temprana y trabajadores sociales. Propone promover la lactancia materna, compensar las desventajas de los niños del primer ciclo de primaria que no alcanzaron el nivel inicial. La autoridad de aplicación mantendrá actualizado un mapa nacional de la desnutrición para visualizar los niveles de
vulnerabilidad de las provincias. Articulará con el Instituto Nacional de Formación Docente para la formación de nuevas generaciones de maestras. Estimamos que, convertido en ley y aplicado, el proyecto comenzará un largo camino de recuperación de nuestra infancia de la pobreza, la desnutrición y la falta de estímulos que la aqueja.
–Muchos docentes plantean que los niños llegan a las escuelas sin hábitos básicos. ¿Por qué considera que ocurre? ¿Qué ha pasado con las familias?
–Hay una doble situación. Por un lado, las madres disponen de menos tiempo para atender en casa a sus hijos, pues la situación económica las ha obligado a salir a trabajar. Los padres desatienden, por esto, el desarrollo de dos aspectos básicos propios de la familia: la estimulación temprana sólo se enfoca en lo motor y posterga u olvida el desarrollo socioemocional y lingüístico de los niños. Hay niños que ingresan a primaria sin saber hablar su lengua, que llamábamos antes “materna”. La inclusión social comienza por la lengua, que es el tejido conjuntivo de la comunidad. Y, al no recibir educación emocional, no identifican las propias emociones ni las de los demás, ni saben gestionarlas para la socialización. No desarrollan lo que Howard Gardner ha nominado como inteligencia intrapersonal (saber ser, conocerse) e interpersonal (saber convivir). Esta limitación acarrea serias consecuencias en la convivencia escolar y genera un mal clima aular (“áulico” significa “palaciego” y “cortesano”). En la medición de Pisa (2012) estábamos en el último puesto, el 65, en clima de aula, que es la condición de base para que toda actividad educativa sea efectiva (…). La familia no educa en los contenidos actitudinales. No se generan en el hogar los hábitos de conducta que son virtudes para toda la vida. Hoy, en muchos casos, la maestra es “la primera madre”, no la segunda.
–La gran preocupación, desde hace años, es que la educación pareciera continuar en decadencia. ¿Cómo lo ve usted?
–Nuestra educación está muy vulnerada. Se necesitarán dos o tres décadas para su rescate. Unas medidas deberán ser restauraciones (orden, esfuerzo laborioso, sentido de proyecto, atención, que es la facultad más vulnerada); y otras, innovaciones: alfabetización digital, alfabetismo emocional, inteligencias múltiples. Nada de esto se sostendrá sin una sólida formación de docentes que acaudillen el cambio.
“Hay chicos que llegan a la primaria sin saber hablar. La inclusión comienza por la lengua”.
“Las políticas educativas fundamentales están planteadas desde 2016”.
*Publicado en “La Voz del Interior”, 12 de noviembre de 2017.