RAFAEL FELIPE OTERIÑO: “LAS OBRAS ME DESLUMBRAN POR SU CAPACIDAD RETÓRICA”
Entrevista a Rafael Felipe Oteriño,
poeta y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina
A continuación, compartimos algunas de las declaraciones del poeta Rafael Felipe Oteriño en la reciente entrevista con Rolando Revagliatti, para su «En cuestión: un cuestionario»:
Sobre su primer acto de «creación»: «Debo retrotraerme a mis doce o quince años, en La Plata, a un día violento de otoño en el que las hojas de los plátanos volaban y se arremolinaban en la vereda con el anuncio de una tormenta inminente. Ahí me cayeron unas primeras líneas que bosquejaban la idea de un mundo sustraído de su orden, arrebatado por el torbellino del viento y seguido en mí de algo interior parecido a un reclamo de piedad».
Sobre la inspiración: «Sin ese disparador la escritura de poesía demora su inicio. Pero tampoco apuesto todas mis fichas a su aparición inconsciente. Creo que la obra de creación es fruto de un don y una tarea; que el poeta es “tocado” por la poesía y que es, asimismo, un artesano de la lengua».
Sobre las obras artísticas que lo estremecen o lo dejan perplejo: «Debo decir que las obras que más me han estremecido son: La Odisea, los diálogos platónicos, La Divina Comedia, Don Quijote de la Mancha, nuestro Martín Fierro, la poesía de Borges y de Czeslaw Milosz».
Sobre los sucesos que le producen mayor indignación: «Rechazo la mentira, la indiferencia, la mezquindad, el pensamiento único. Pero me cuido de ser violento, pues allí es donde se acaban las palabras».
Sobre los universos de qué artistas le agradaría perderse (o encontrarse): «Me hubiera gustado acompañar a Don Segundo y a Fabio Cáceres durante su arreo de ganado por los pagos del Tuyú, dormir junto a ellos a cielo abierto, observando las estrellas y oyendo el rumor sordo de los animales sobre la tierra».
Sobre «apreciaciones que no aprecia»: «No aprecio la efusividad sentimental, la incontinencia verbal, la teatralización de los afectos. Estoy formado en una ética austera que traza una línea entre la vida privada y la pública».
Sobre las personas (de todos los tiempos y todos los ámbitos) que lo asombran: «Sócrates, Jesucristo y Leonardo. Tres esferas bien distintas (introduzco también la dimensión trascendente) en las que encuentro valores que me asisten y me fascinan: Sócrates por la fidelidad a sus convicciones, Jesucristo por instaurar la doctrina del amor y Leonardo da Vinci por apostar su potencia creativa a la carne y a la geometría con la misma intensidad».
Sobre dónde mueren las palabras: «Mueren en las páginas mal escritas, en las obras traducidas sin rigor y en la impotencia de la propia lengua para elaborar la palabra que falta».
Sobre a quién admira en el ámbito no artístico: «Admiro a los dotados de gran inteligencia, rica sensibilidad, probada maestría, vasta cultura, sano liderazgo. Y entonces aparecen en desordenado tumulto: Georges Steiner, Simone Weil, René Favaloro, Jorge Luis Borges, José de San Martín»…
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