“PIAZZOLLA Y EL EXTRAÑO BRILLO DE UN EXPERIMENTO”, POR PABLO GIANERA


Compartí

“PIAZZOLLA Y EL EXTRAÑO BRILLO DE UN EXPERIMENTO”, POR PABLO GIANERA Compartí

La Nación – El sexteto que Astor Piazzolla tuvo hacia fines de la década de 1980 fue un experimento ciertamente fallido, pero ese fracaso terminal, como suele pasar en otros casos, trajo a su música un brillo desconocido, un brillo muy raro, opaco, más bien sombrío. La formación del sexteto difería del quinteto que lo precedió (y de todos los anteriores) no solamente en los nombres propios. Piazzolla sabía muy bien qué era lo que buscaba, aunque pasara después que encontrara otras cosas. La primera novedad tímbrica era la sustitución del violín por el violonchelo, que tocaba José Bragato; la segunda, la duplicación del bandoneón: a Piazzolla se agregaba Julio Pane. La tercera, la más crucial, fue la incorporación en el piano de Gerardo Gandini. Gandini, que ya era el enorme compositor que conocemos, no tenía entonces más cercanía con el tango que el recuerdo de los tangos que silbaba o cantaba su padre en la casa de la infancia en Villa del Parque.

Pero enseguida empezaron las deserciones y los cambios. El contrabajista Héctor Console fue reemplazado por Ángel Ridolfi, Daniel Binelli reemplazó a Pane y Carlos Nozzi a Bragato. Quedaron, de principio a fin, solamente Gandini y el guitarrista Horacio Malvicino. Tenemos la suerte de que los dos dejaron testimonios de las giras con el sexteto…

PABLO GIANERA,

periodista y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

 


Si querés recibir el Boletín Digital del Instituto de Cultura

en tu correo electrónico, completá el siguiente formulario: