“PALITO ORTEGA CELEBRA 80 AÑOS: EL CAÑERO QUE CONOCIÓ LA MISERIA, ABRAZÓ EL ÉXITO Y CASI QUIEBRA POR FRANK SINATRA”, POR PABLO MASCAREÑO
La Nación – En realidad, nació unos días antes, pero en tiempos de poco avance tecnológico y aislamiento de los poblados, fue anotado un 8 de marzo de 1941 como Ramón Bautista Ortega, quien se convertiría en el ciudadano ilustre de su Lules natal, en la provincia de Tucumán. Su exacto lugar de origen fue el ingenio Mercedes, en las entrañas de su terruño. A ese lugar refiere una y otra vez. Fue el changuito cañero que supo de miserias y zapatos rotos. Fue el joven ilusionado que llegó a Buenos Aires con la firme convicción de triunfar en la música. Se convirtió en estrella. Su trascendencia lo acompaña hasta hoy. Hace 80 años nacía el hombre que hizo cantar a las multitudes con canciones pegadizas y subestimadas. El que hizo de su apodo, una marca. Palito, a secas. Ya se sabe de quién se habla.
Hijo del obrero azucarero Juan Ortega y de Tomasa Rosario Saavedra, fue el segundo de siete hermanos. Tenía cinco años cuando comenzó a trabajar como lustrador de zapatos para ganar dinero y ayudar a su numerosa familia, dada la ausencia de su mamá. Conoció de cerca la pobreza y los apremios de esos obreros de los ingenios mal pagos y explotados. Cuando en la casa familiar no se llegaba con lo mínimo, ahí estaba el pequeño Ramón para ayudar. Como complemento de su tarea como lustrador, se dedicaba vender diarios. Esperaba el primer tren de la madrugada que los traía y corría de poblado en poblado con las últimas noticias impresas.
Ya de adolescente, su pasión por la música lo motivó a viajar a Buenos Aires. Su padre dudó, pero lo autorizó previo mandato: “No quiero que haga nada que luego me obligue a ir con la cabeza gacha”. Aquel sabio hombre ilustrado con los conocimientos de la vida empírica lo acompañan hasta hoy. “Si no lo dejo ir, será uno más de los tantos muchachos frustrados que están acá sin futuro”, le dijo su padre con los ojos vidriosos ante la partida de Ramón.
A los 14 años llegó a Retiro, luego de más de un día de viaje sobre los rieles. Los primeros tiempos durmió en la sede de un partido político sobre la calle Rodríguez Peña. A cambio de la limpieza, le permitían descansar en una cucheta. También lustró zapatos en el centro, pero su actividad más estable fue la venta de café en la puerta de las principales estaciones de radio. Allí, en el umbral del emblemático edificio de Maipú 555, se cruzó con grandes figuras y con sus primeros maestros de música, esos que le dieron clase de manera gratuita porque el changuito cañero tenía vocación y talento, pero nada de dinero. Dino Ramos fue quien le dio la primera gran oportunidad y lo llevó a su orquesta, donde también estaba el joven locutor Silvio Soldán…
PABLO MASCAREÑO,
periodista, especialista en teatro y espectáculos y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina
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