“’Me acostumbré a estar solo’. A los 92 años, el último habitante de Villa Epecuén regresó a su casa de las legendarias ruinas”, por LEANDRO VESCO


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“’Me acostumbré a estar solo’. A los 92 años, el último habitante de Villa Epecuén regresó a su casa de las legendarias ruinas”, por LEANDRO VESCO Compartí

Después de haber vivido en una residencia de ancianos durante la pandemia, Pablo Novak decidió volver a orillas de la ciudad que fue sepultada por el agua en 1985.

La Nación – “Nací acá y quiero vivir lo que me queda de vida en mi casa. Y si me toca morir, quiero que sea en Epecuén”, afirma Pablo Novak, quien a sus 92 años regresó a su hogar en las ruinas de la Villa Epecuén, epicentro de una de las más grandes tragedias de nuestra historia reciente, hoy convertidas en atractivo turístico a nivel mundial. “Yo vi nacer y morir a la Villa, ahora me ha tocado quedarme solo”, confiesa.

La pandemia obligó a su familia a mudarlo a una residencia de ancianos para su mayor cuidado. “Para mí fue como estar preso, soñaba todos los días con regresar a mi querencia”, sostiene. Lo hizo y hoy ya se siente en paz. Es el último y único habitante de Villa Epecuén.

“Me he acostumbrado a estar solo”, manifiesta. Eterno caminante de las ruinas, su presencia en ellas se convirtió en una postal indivisa a ese mundo habitado por paredes quebradas, escombros y árboles blancos, quemados por el agua salada. En 1985 la Villa entera quedó sepultada por el Lago Epecuén (su agua es diez veces más salada que el mar, solo comparable al Mar Muerto). Diez años después bajó el nivel del agua, dejando al descubierto una ciudadela surreal. Pablo nunca la abandonó. “Es mi lugar en el mundo, ¿por qué habría de irme de acá?”, pregunta…

 

Crédito: Naiara Pronsati

 

LEANDRO VESCO,

escritor, periodista de cultura y turismo y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

 

 

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