“Malvinas. Una mirada diferente para dejar atrás el callejón sin salida”, por JORGE OSSONA Y LUIS ALBERTO ROMERO


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El anhelo de recuperar las islas se ha convertido en parte de la identidad de los argentinos; hasta aquí se avanzó mucho en un rumbo errado, pero es posible elegir un camino mejor

La Nación “Malvinas es lo único que une a los argentinos” es un cliché que escuchamos en boca de taxistas y de embajadores. En tiempos de grietas, parece que solo podemos lograr la unidad cultivando la “causa Malvinas”. Queremos estar unidos para recuperar Malvinas. Como propuesta de identidad para los argentinos, nos resulta pobre. Solíamos pensar que la unión nos permitiría una vida en común plural, sin horror al disenso, porque respetar la pluralidad hace mejores nuestras vidas y es más útil para la patria. Pero en lugar de sustentar nuestra unión en algo que tenga un valor intrínseco, que haga posible la vida en común, la prosperidad, el pluralismo, estamos fundando nuestra identidad en una causa encarnada en un enemigo.

Se dice que la historia nos impone un destino. Que a diferencia de los brasileños, los chilenos o los uruguayos, la historia nos puso Malvinas en el camino. Para la ortodoxia “malvinera” tenemos un pasado: prohibido olvidar; un presente: Malvinas nos une; y un futuro: volveremos. Pero la historia no impone un destino. “Causa Malvinas” no es destino, es opción, es un “plebiscito cotidiano”. Podemos apartarnos, votando en contra en ese plebiscito. En contra de la creencia estéril de que la “causa Malvinas” y la nación son una sola cosa. Hemos puesto nuestra identidad en manos de otro, del Reino Unido; Malvinas nos ha hecho más “dependientes” que nunca.

Sin embargo, el 2 de abril pasado se hizo patente, con ribetes pintorescos, que Malvinas ya no nos une tanto. El unanimismo entró en crisis, no por convicción sino porque es insostenible. Su crisis nos ofrece la posibilidad de que el pluralismo nos una, pero no para pensar uniformemente, sino porque el pluralismo hace posible la diversidad y el disenso. El abordaje crítico de la cuestión Malvinas debe contribuir en el arduo tránsito de nuestra cultura política desde la unanimidad a la diversidad. La emergencia del disenso franco y constructivo debería florecer en estas discusiones.

Sobre Malvinas hablamos mucho del archipiélago, de un diferendo territorial-diplomático, de una guerra, de una “causa nacional”. Pero dominan los silencios, cubiertos por un manto de aparente consenso: los tópicos, las verdades autoevidentes. Se excluyen las discrepancias, no se toman con seriedad las posiciones disidentes y se prefiere ignorarlas. Pero Malvinas no es un bloque. Engloba un conjunto de discusiones diferentes, que deben ser distinguidas. Veámoslas una a una…

Una imagen de Puerto Stanley, nombre de la capital de las Malvinas según la denominación británica.

Crédito: Mauro V. Rizzi

 

JORGE OSSONA y LUIS ALBERTO ROMERO,

profesores de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

 

 


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