Lucía Gálvez, historiadora con mirada de mujer


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Lucía Gálvez, historiadora con mirada de mujer Compartí

* Por Graciela Daneri

Descendiente de Juan de Garay, nieta de Manuel Gálvez y de Delfina Bunge, la escritora e historiadora pertenece a familias que han tenido un lugar destacado en la provincia y el país. Un repaso por sus obras y su particular empeño por dar visibilidad al protagonismo de las mujeres.

La historiadora y ensayista Lucía Gálvez, si bien no nació en nuestra ciudad, tiene una fuerte raigambre santafesina, dado que es descendiente, por línea paterna, de Juan de Garay. Su abuelo fue el destacado escritor Manuel Gálvez, educado en Santa Fe, abogado, que siguió su derrotero en la literatura y el ensayo (autor de las difundidas biografías de Hipólito Irigoyen, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Manuel de Rosas, así como de la novela Nacha Regules, entre otras).

Su abuela, Delfina Bunge, se destacó en su época como poetisa y ensayista y, junto a Victoria Ocampo y Alfonsina Storni, formó parte de ese grupo de mujeres que superó a su propia época.

Lucía Gálvez vive en Buenos Aires, siguió el camino de sus antepasados -es también sobrina del escritor Carlos Octavio Bunge- y se convirtió en una reconocida historiadora, haciendo honor a su familia de intelectuales argentinos.

Entre su prolífica obra podemos citar Mujeres de la conquista, Las mil y una historias de América, Historias de amor de la Historia Argentina, Delfina Bunge. Diarios íntimos de una época brillante, Las mujeres y la patria, Historias de inmigración, entre muchas más. Pero su especial vocación por poner foco sobre las mujeres en nuestra historia nos llevó a entrevistarla para conocer un poco más sobre éste, su particular interés.

– Tu apellido, Gálvez, es muy representativo de Santa Fe y, además, por línea paterna sos descendiente de Juan de Garay. ¿Cuál ha sido o aún es tu relación con nuestra ciudad?

– Desde chica quería ir a Santa Fe donde todavía, teóricamente, nos quedaba algún terrenito en la estancia de Sauce Viejo. Papá y abuelo nos hablaban del lugar, bellísimo, situado en la confluencia de tres ríos, pero mamá era cordobesa y todos los veranos íbamos a veranear a Alta Gracia, donde nos reuníamos con mi abuela, tíos, primos…

Pero en cuanto se dio la ocasión nos decidimos a conocer Santa Fe y visitar algunos parientes. Nos recibieron con esa innata amabilidad provinciana y enseguida nos sentimos “en familia”, sobre todo con algunos miembros como Teresita Codoni Gollán, que murió hace algunos años. Me es imposible nombrar a todos, pero no puedo dejar de hacerlo con Silvia Paz, quien se convirtió en una de mis mejores amigas.

Después de esa primera visita, cuando conocimos Cayastá y otros lugares mientras disfrutábamos del privilegio de charlar con don Agustín Zapata Gollán, fui varias veces invitada a dar charlas y participar en programas de radio y TV.

En este sentido, nunca olvidaré las magníficas jornadas sobre tiempos virreinales realizadas en tres ciudades: Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, patrocinadas por don Rafael del Pino, mecenas español descendiente, justamente, del virrey Del Pino y de una virreina santafesina, y exitosamente organizadas por Luis María Calvo y Ana María Cecchini de Dallo. Fue un lujo en todo sentido.

– ¿En qué disciplina te graduaste? ¿Cuál fue el motivo de tu elección?

– Al terminar el colegio secundario entré en Letras de la Universidad Católica Argentina. Ya había dado algunos exámenes cuando se me dio la posibilidad de viajar a Roma por unos ocho meses, a casa de mi tío, el embajador Gabriel Gálvez. El viaje tuvo momentos fascinantes y terminó de la mejor forma posible: retorné a Buenos Aires a fines de setiembre de 1992, me puse de novia con mi actual marido -Bartolomé Tiscornia- a fines de diciembre de ese año y nos casamos un año después, tras lo cual tuvimos cinco hijos, que nos dieron cuatro nietos.

– Pertenecés a familias que han sido muy destacadas en la historia, en la intelectualidad y de una época de nuestro país -Manuel Gálvez y Delfina Bunge de Gálvez, ambos escritores y figuras notables de la cultura nacional-; ¿esa herencia influyó en tus elecciones intelectuales, pensamiento, formación ideológica?

– Seguro, pero también podría haber elegido estudiar Música (sobre todo Canto) o seguir con Letras. Tuve que pensar bastante antes de decidirme por Historia, sobre todo porque durante esos años me dediqué a mi familia. Recién me resolví cuando Francisco, el menor de mis hijos, tenía tres años. Pensé que la Historia abarcaba también la Música y el Arte, sin los cuales no se puede comprender la idiosincrasia de un pueblo.

– A través del recorrido de tus libros se observa tu pasión por dar visibilidad a la influencia y protagonismo de las mujeres argentinas de nuestra historia. ¿Qué es lo que ha despertado en vos este interés?

– Muchos me han preguntado desde cuándo siento esa pasión por defender a las mujeres. Podría contestarte que el motor inicial fue mi sentido de la justicia y la indignación fue provocada por los continuos actos de injusticia que se empiezan a cometer desde Caperucita Roja o, mejor aún, desde que los patriarcados (hubo pocos, sí, pero los hubo) triunfaron sobre los matriarcados. Fueron más o menos despóticos según los lugares y las culturas donde se desarrollaron, pero nunca estuvo la mujer occidental tan sometida como en el período de fines del siglo XIX hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, en donde la mujer probó que sus capacidades iban más allá de las virtudes domésticas. Con esto no estoy en absoluto negando la importancia que dichas virtudes poseen, sino tratando de evitar que se las prejuzgue por salirse de su rol habitual.

– ¿Cuáles son las mujeres que más admirás y sobre las cuales echás luz en tus libros?

– Las mujeres que más admiro son las que llevan a obra sus ideales en el ámbito que han elegido y que lo hacen con alegría. (“No hay virtud más eminente/que el hacer sencillamente/lo que tenemos que hacer”).

Un importantísimo papel deberían cumplir las maestras, especialmente cuando hay tantos chicos que prácticamente carecen de ellas. El saber adecuarse a situaciones muy distintas y hacerlo sin quejarse. De éstas tenemos muchísimos ejemplos en nuestra historia, sobre todo en tiempos de crisis como fueron la conquista y población de nuestro territorio o las guerras de independencia o el excesivo esfuerzo de la mujer inmigrante en el campo o en la ciudad; el trabajo de las primeras obreras; las que se ocuparon y se ocupan de su prójimo más necesitado, desde la Sociedad de Beneficencia, de la cual muchos se han burlado…

– Si bien te has venido ocupando fundamentalmente de las mujeres de la historia, me parece que te atrapó la figura de los jesuitas en su misión evangelizadora, cultural y formativa. ¿Es así y, en ese caso, por qué?

– Los jesuitas me gustan porque son expeditivos, van directo a las cosas, a lo primordial. Por ejemplo, no se puede predicar a un hombre con hambre. Antes hay que darle de comer… Se ocupan de lo material sin descuidar lo espiritual, buscan también el culto de la belleza.

– Con tu sensibilidad, hacés referencia a las historias de amor que se desarrollaron en el marco de nuestra historia patria. ¿Podrías mencionar alguna de ellas?

– A mí me conmueve mucho la del general Paz con su sobrina Margarita, quince años menor que él y que, en tiempos de López, se casaron en la cárcel. Es una historia preciosa. Léanla.

– En una de tus obras mencionás “lugares mágicos” de nuestro país. ¿Cuáles son algunos?

– Santa Fe La Vieja; las ruinas de San Ignacio; el solar de los Tejeda, en Córdoba; la Recoleta, en Buenos Aires; Purmamarca…

– Una última pregunta, pero no por ello menos importante: ¿qué sos del gran físico-matemático y filósofo Mario Bunge?

– Mario Bunge es un tío muy querido. Su padre, Augusto, era hermano de mi abuela Delfina. Nos llevamos muy bien y hemos hecho varios viajes juntos con él y su mujer, Marta. Indudablemente, Lucía Gálvez lleva en sí méritos propios -de los que jamás se jacta- y una genética cultural privilegiada.

OBRAS PUBLICADAS

– La sociedad, los hombres, las ideas. Historia del Club del Progreso.

– Mujeres de la Conquista.

– Guaraníes y jesuitas. De la tierra sin mal al Paraíso.

– Las mil y una historias de América.

– Historia de la Casa Rosada.

– Historias de amor de la Historia argentina.

– Delfina Bunge. Diario íntimo de una época brillante.

– Las mujeres y la patria.

– Romances de tango.

– Historia de inmigración.

– Titaquín. El inca andaluz.

– ¿Como Dios manda? Iglesia, masonería y Estado en la Argentina.

– Martín Güemes, baluarte de la Independencia.

– Comienzos, apogeo y ruina de las misiones jesuíticas entre los guaraníes.

– Diez lugares mágicos de la Argentina.

Artículo publicado en El Litoral: http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2014/08/16/nosotros/NOS-08.html