“Los monumentales hombres de Mayo dan el presente sobre el mapa porteño”, por OMAR LÓPEZ MATO


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Paso a paso, de los bustos a la pirámide, un recorrido por los barrios de Buenos Aires a la caza de los próceres de 1810.

La Nación – Desde los albores de la patria surgió la idea de homenajear a los hombres que habían conquistado una frágil libertad durante esos ajetreados días de mayo de 1810. En 1811, apenas a un año de la gesta, se propuso la construcción de una primitiva Pirámide de Mayo a cuyos pies se celebró el primer aniversario de la Revolución. A tal fin se convocó a un tal Pedro V. Cañete quien construyó este obelisco (pues digámoslo, la pirámide es en realidad un obelisco) con humildes ladrillos. De esta manera se dio inicio a dos costumbres nacionales: la de homenajear a los hombres que asistieron en la formación del país y a pagar sobreprecios por los materiales utilizados en la obra pública. Porque hubo denuncias, investigaciones, acusaciones cruzadas y todo quedó en la nada. Con el tiempo, esta pirámide sufrió modificaciones y cambios de ubicación hasta que adquirió la apariencia que hoy conocemos gracias a Prilidiano Pueyrredón. La imagen de la libertad que la corona es obra de un escultor francés, Joseph Dubourdieu, también autor del frontispicio de la Catedral.

Periódicamente se debatía sobre el destino de este monumento, al punto de considerar demolerla, a lo que se opuso el presidente Nicolás Avellaneda, quien la ungió como el símbolo patrio más antiguo. Cuando se demolió la Recova que dividía la Plaza de Mayo, Torcuato de Alvear, el primer intendente de Buenos Aires, decidió su traslado al centro de la plaza. Muchos proyectos se barajaron para enaltecer este monumento al punto de encomendarle al escultor Rogelio Yrurtia (en 1923) una columna monumental de 150 metros de altura, que solo quedó en proyecto.

Al acercarse la celebración del centenario, los legisladores se percataron de que los miembros de la Primera Junta no habían sido debidamente homenajeados con esculturas. Por tal razón se dictó la Ley 2206 y se nombró una comisión organizadora con distintas luminarias como los generales Mitre, Rawson, Bosch y Lucio Mansilla, además de personalidades destacadas como Eugenio Cambaceres, Carlos Casares y Torcuato de Alvear.

Pero la comisión no se puso de acuerdo (¿demasiados egos?) y esta ley, al igual que otras, como la 499 que honra a las guerras del Paraguay, la 1339 que conmemora el 25 de Mayo y la 1462 que recuerda la Batalla de Salta, quedó incumplida. La proximidad del Centenario obligó a disponer la erección de las estatuas para homenajear a los miembros de la Primera Junta (hecha la excepción de Belgrano que ya contaba con una) y dos actores esenciales en las jornadas de mayo como lo fueron Hipólito Vieytes y Nicolás Rodríguez Peña (no así su hermano Saturnino, que había ayudado a escapar al general William Beresford al Brasil)…

 

Belgrano fue el primer prócer de Mayo en tener su monumento.

Crédito: Archivo General de la Nación.

 

OMAR LÓPEZ MATO,

historiador y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

 

 

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