“LA PATRIA ENFERMA: MÉDICOS Y POLÍTICOS”, POR ROBERTO BOSCA


Compartí

“LA PATRIA ENFERMA: MÉDICOS Y POLÍTICOS”, POR ROBERTO BOSCA Compartí

Clarín La pandemia posee una épica y exhibe su propio star system, donde brillan los nuevos héroes. Hay una omnipresencia de la nueva generación de los doctores de la tele que ocupa los sitiales de Escardó, Lorenzo (Borocotó) y Socolinsky. Otros de sus refulgentes predecesores los saludan desde el encanto de la ficción: Ben Casey, Dr. Kildare, Dr. House. Pero el dramatismo del nuevo escenario es menos romántico y no tiene que ver con dietas o consejos pediátricos.

Desde distintas perspectivas, la medicina y la política se entrecruzan en medio de la tragedia. Los agentes sanitarios han ocupado el espacio público desde antaño, como lo muestran Manuel Fresco entre los conservadores, José Ingenieros y Juan Bautista Justo en el socialismo o mas cercanamente Oscar Alende en el partido intransigente.

En el radicalismo abrevaron médicos como José Tamborini, que fue el frustrado candidato presidencial de la Unión Democrática, cirujanos como Conrado Storani y sanitaristas como Aldo Neri. Los radicales atribuyen el golpe que los desalojó del poder a una ley de medicamentos del ministro Oñativia.

El presidente era un modesto médico de pueblo: Arturo Illia, y los mismos que celebraron su caída hoy suspiran por una brizna de aquella ejemplar honradez. Otros países han tenido también presidentes médicos, como el anatomopatólogo Salvador Allende, el urólogo Juscelino Kubitschek y el oncólogo Tabaré Vázquez.

Gobierno y oposición se acusan mutuamente de una instrumentación electoral de la pandemia. Pero la salud ya había irrumpido en la agenda de campaña, cuando Alfonsín reclamó en medio de una de sus encendidas arengas a la multitudinaria audiencia: “un médico, por favor, allá”.

Un abuelo de Perón fue médico y legislador y combatió la fiebre amarilla. El mismo líder parece haber albergado un entusiasmo juvenil por la medicina. Durante su largo exilio español fue paciente de dos prestigiosos facultativos, como el geriatra Paco Flórez Tascón y el urólogo Antonio Puigvert, quien lo operó de la próstata. Ya en su regreso definitivo, fue atendido por los cardiólogos Pedro Cossio, Carlos Seara, y Domingo Liotta.

Ricardo Guardo y Héctor Cámpora son dos odontólogos que ocuparon la presidencia de la legislatura, y el último supo ejercer también una fugaz y accidentada presidencia. Ricardo y Enrique Finochietto, José Arce, Oscar Ivanissevich, Jorge Alberto Taiana y Raúl Matera representan nombres egregios del peronismo, pero el prócer indiscutido del sanitarismo justicialista es sin duda el neurocirujano Ramón Carrillo.

Carrillo padeció incomprensiones, persecuciones y ostracismos por parte de propios y extraños, pero su vida señera y ejemplar se agranda con el paso del tiempo. Su obra en la salud pública, de la que se la considera su fundador, se caracterizó por un hondo contenido humanista y social, dos caracteres que la pandemia ha puesto nuevamente sobre la mesa. La patria en terapia intensiva desfallece. Un Carrillo, por favor, allá.

 

Ilustración: Mariano Vior / Clarín.

 

ROBERTO BOSCA,

profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina y director a académico del Instituto de Cultura

 

 

OTROS ARTÍCULOS RECIENTES DE ROBERTO BOSCA

Es la religión del odio, especialmente el odio al distinto. Hay un sentido individualista que nos lleva a juntarnos con nuestros homogéneos, cuya deriva patológica es un egoísmo de grupo

 


Si querés recibir el Boletín Digital del Instituto de Cultura

en tu correo electrónico, completá el siguiente formulario: