“LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA PIRÁMIDE DE MAYO: SU MUDANZA Y TRANSFORMACIONES”, POR DANIEL BALMACEDA
De su ubicación original, se trasladó hacia la Casa Rosada. Así, la Pirámide de 1811 estaría dentro de la de 1856 que, a su vez, estaría dentro de un monumento.
La Nación – Una rústica pirámide de ladrillos -más bien, un obelisco- de 14 metros adornó la plaza principal de Buenos Aires, a la altura de la Catedral, en mayo de 1811. El objetivo fue dejar testimonio, a un año de la instalación del primer gobierno patrio. Resaltamos la ubicación: se encontraba a la altura de la Catedral, muy cerca del Cabildo.
En 1856 se contrató a Prilidiano Pueyrredón para que el modesto monumento fuera cubierto por otra pirámide -más bien, otro obelisco- de 42 metros y cuatro figuras de mármol que simbolizaban La industria, El comercio, Las ciencias y Las artes. La original se había mantenido por 45 años. La segunda estuvo a punto de ser demolida cuando apenas tenía 27 años de existencia, en 1883.
Esto se debió a que en ese año, el intendente municipal Torcuato de Alvear, bregó para que se tirara abajo la recova que cortaba en dos a la actual Plaza de Mayo. Llevó adelante su proyecto de demolición, pero cuando le tocó al turno a la Pirámide de Prilidiano, el jefe comunal se topó con un escollo. La opinión pública se manifestaba muy en contra de que fuera removida. Alvear insistió: su intención era que se comprendiera que los hechos de 1810 necesitaban de un monumento de gran magnitud. Por esos días, en las vidrieras de los negocios se colocaron láminas del proyecto municipal, cuyo objetivo era torcer las opiniones desfavorables. Se recabó la opinión de personalidades de la cultura, pero no encontró voces que lo apoyaran. Y la pirámide sobrevivió a la piqueta.
El próximo debate en torno de la plaza y sus monumentos tuvo lugar en 1902, cuando se planteó la posibilidad de que la fuente de Las Nereidas, obra de la escultora Lola Mora, adornara el centro de la misma. El problema era que las hijas de Nereo se presentaban no como Dios las trajo al mundo, sino un poco más desarrolladas. Y más allá del malestar que podría percibirse en las generaciones mayores, al salir de misa en la Catedral, inquietaba el vandalismo juvenil en los senos de las esculturas. Por lo tanto, se descartó ubicar allí la fuente…
DANIEL BALMACEDA,
historiador y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina
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