La eterna conspiración antiargentina


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La eterna conspiración antiargentina Compartí

Por Juan Francisco Baroffio*

 

El reciente anuncio del presidente Mauricio Macri de recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI), y las gestiones pertinentes, han reavivado viejos temores argentinos. Para muchos no son un recuerdo lejano aquellos fatídicos días en que Anne Krueger nos parecía Freddy de la saga de películas A Nightmare on Elm Street, en que nos acostábamos y despertábamos consultando el índice de riesgo-país y en que se percibía a las visitas del FMI como si se trataran de temibles malones. Viejas y nuevas recetas se barajan entre los economistas, los periodistas y los opinadores. Por otro lado, el rechazo casi masivo que tiene entre la población esta medida del gobierno nacional también podría tener su origen en una vieja manía patria.

 

 

SPECTRE

Cualquier aficionado a las novelas y películas de James Bond sabe que SPECTRE, además de significar “espectro” o “fantasma” en inglés, es la organización criminal con la que se enfrenta el agente 007 en numerosas ocasiones. Esta organización, cuyas siglas significan SPecial Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion (Ejecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo, Venganza y Extorsión, en español), tiene un objetivo claro y que es su Leit motiv: dominar el mundo. Nada menos. El famoso espía del Servicio Secreto de Su Majestad se enfrenta a ellos en tres novelas, en seis películas clásicas (cinco de ellas protagonizadas por Sean Connery), y reaparecen en el reboot que se realizó con Daniel Craig como el agente con licencia para matar.

El nombre rimbombante y el icónico líder llamado Ernst Stavro Blofeld, que acariciaba un gato blanco, alimentaron las fantasías de muchos de aquellos que durante la Guerra Fría vivían entre los cambios políticos e ideológicos globales, que buscaban anonadar al rival.

SPECTRE en la ficción pretendía interferir desde las sombras entre las potencias dominantes para lograr desequilibrar la balanza del poder y de un zarpazo definitivo lograr el anhelado sueño de su megalómano líder.

 

Ernst Stavro Blofeld, interpretado por Donald Pleasence

 

Si bien SPECTRE es tan famosa como su valiente y sofisticado rival, a lo largo de la historia humana han habido otras organizaciones o colectivos sociales a los que se miraba con resquemor adjudicándoles iguales intenciones pero en la vida real. Tal es el caso de los Masones o del Sionismo Internacional. Las teorías conspirativas que ven en la masonería o en los judíos (a veces organizados en la temida “banca judía internacional” o, actualmente, en los “medios de comunicación judíos”), perviven y no dejan de tener popularidad a pesar de no resistir el menor análisis racional.

En nuestro país pareciera que no podemos dejar de ver a los organismos de crédito internacional y a las empresas multinacionales, como malvadas organizaciones al corte de aquella SPECTRE imaginada por Ian Fleming.

 

Conspiración anti-argentina

Tenemos la sensación de que siempre hay alguien o algo que nos impide salir adelante. Los gobiernos argentinos, de cualquier signo y procedencia, siempre han tendido a patear la pelota de las crisis económicas más allá de las fronteras nacionales. El peronismo de derecha y de izquierda acusaba a los Estados Unidos, los socialistas a los británicos, la última dictadura al marxismo soviético y el kirchnerismo al FMI (al que se asocia siempre con los Estados Unidos). El cristinismo, en algún momento, insinuó que la banca judía quería perjudicar a la argentina. Hoy el macrismo esgrime, en palabras de Lilita Carrio, que hay “un golpe cambiario para destituir” al presidente.

Esta idea de que no progresamos debido a un complot de hombres poderosos o de naciones del primer mundo está muy arraigada entre nosotros. Nuestros políticos no hacen más que reflejarnos o utilizar esos tópicos para distraernos. Lo cierto es que estas denuncias siempre encuentran lugar en nuestros corazones. Y el exacerbado antinorteamericanismo del que hacemos gala (que por otro lado no se refleja al momento de solicitar visas de turistas), les da los elementos para configurarse como un hecho irrefutable.

 

SPECTRE, en sesión conspirativa, en la película Thunderball (1965)

 

Dos rasgos que parecen imposibles de erradicar de nuestra argentinidad, como son la soberbia y la inmadurez, son los que crean el ambiente propicio para aceptar como verdad revelada cualquier teoría conspirativa. Por un lado, la soberbia nos puede llevar a pensar que las grandes potencias económicas y culturales nos ven como una amenaza. Seríamos una nación virtuosa a la que no hay que dejar desarrollarse para que no ocupe el justo lugar que le corresponde como mandamás internacional. Es cierto que a principios del siglo XX la Argentina era una economía pujante y un país con voz en el concierto de las naciones. Nuestro liderazgo cultural en Latinoamérica rivalizaba con el de Estados Unidos. Todas las opiniones y proyecciones vaticinaban que nuestro país seguiría ocupando un lugar privilegiado entre los países desarrollados del globo. Pero no es menos cierto que nuestros propios méritos nos llevaron al Tercer Mundo para mediados del siglo pasado.

El otro elemento, la inmadurez en sus vertientes políticas y sociales, no nos permite reconocer nuestras propias faltas y errores. Nos vemos buenos, lindos e inteligentes, ergo no puede ser nuestra culpa que la cosa ande mal. Esta concepción irresponsable no nos deja ver que somos nosotros, representados por nuestras clases dirigentes, los artífices de la mayoría de los males de los que nos quejamos. La corrupción estructural, el anquilosamiento de las instituciones, la baja calidad educativa, la penosa situación de nuestros pobres, la ineficacia de la justicia y los altos índices inflacionarios y de inseguridad, no son el producto de una elaborada y maléfica conspiración. No existe un SPECTRE que se ha propuesto embromarle la vida a los argentinos.

Madurar y volvernos un poco humildes no es algo imposible. No existen los determinismos sociales o históricos que nos condenan eternamente. Por esto mismo hay que cuidar aquellos elementos virtuosos de los que nos enorgullecemos, como la solidaridad y la imaginación para resolver problemas. En definitiva, o aceptamos nuestro lugar en el mundo y reconocemos nuestras faltas, o continuamos vagando a la deriva por los ríos de las fantasías conspirativas. El problema de esta última opción, es que tampoco existe un James Bond que nos salve de la conspiración de SPECTRE.

 

* El autor es director de seminarios de nuestro instituto. Escritor, ensayista e historiador.