Horacio Beccar Varela en el humor de “Caras y Caretas”


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Horacio Beccar Varela en el humor de “Caras y Caretas” Compartí

Tesina para la Diplomatura en Cultura Argentina CUDES

* Por Sebastián Alejandro Freigeiro

Presentación

A través de este trabajo se busca ilustrar de qué manera el humor gráfico y literario argentino de la década de 1930 satirizaba la figura de un personaje político, en este caso particular, el Dr. Horacio Beccar Varela, en “Caras y Caretas”.

Se ha elegido al Dr. Beccar Varela como foco de este trabajo porque se trata de una personalidad de relevancia en la historia sanisidrense, fuertemente relacionada con las dos sedes que ha tenido la Diplomatura en San Isidro en el período 2015-2016.[1]

Introducción

Horacio María del Corazón de Jesús Beccar Varela nació en Buenos Aires el 3 de diciembre de 1875, hijo de don Cosme de la Asunción Beccar y de María Varela Cané (hija a su vez de Florencio Varela). Cursó estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, se recibió de doctor en jurisprudencia en 1897, fue fiscal de los Tribunales Civiles de la provincia de Buenos Aires, director del Registro de la Propiedad Inmueble, Inspector General de Sociedades Anónimas del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y director de la Caja Nacional de Conversión. En San Isidro, donde vivió desde que su familia se instaló en la Quinta Los Ombúes en 1881 hasta su muerte, en 1949, se desempeñó como presidente del Consejo Escolar del distrito y tuvo una destacada actuación en instituciones como el Club Náutico San Isidro y el Club Atlético San Isidro, entre otras.

Tras el golpe de estado que derrocó a Irigoyen, el 6 de septiembre de 1930, el presidente de facto, general José Félix Uriburu, designó en el Ministerio de Agricultura y Ganadería al Dr. Horacio Beccar Varela, quien desempeñaría su labor como ministro hasta su renuncia, el 15 de abril de 1931. Al pasar a las altas esferas de la política nacional el flamante ministro entró también en la mira de los humoristas de la época, quienes utilizaron como principal materia prima la considerable altura del satirizado (medía más de un metro con 95 centímetros).

Este trabajo recopila las apariciones del Dr. Beccar Varela en las secciones humorísticas de “Caras y Caretas”, la mayoría durante su tiempo al frente del Ministerio.

En la pluma de “Luis García”

Bajo este seudónimo escribía el humorista español Luis Pardo y Gómara, uno de los fundadores de “Caras y Caretas”, a finales del siglo XIX. Transcribimos a continuación los versos en los que menciona a Horacio Beccar Varela.

Iniciales esotéricas

— Yo me explico a mi modo

las cosas que han pasado.

— Y yo que no sé nada, lo sé todo.

Pero he reflexionado,

y el porvenir, realmente,

no me inquieta,

— Usted es un profeta

muy desacreditado,

— Dígame, en estos días,

¿quién no hace profecías?

Es una profesión muy agradable

y poco censurable.

— Son manías.

— Respete mis manías

y escúcheme un momento.

Pues, si no hablo, reviento,

— ¿Piensa usted hablar mucho?

Si habla mucho, me ausento.

Si habla poco, le escucho.

— Es usted muy atento,

ya que a oírme se atreve.

No hace falta alarmarse. Seré breve.

Tratando de Medina[2],

Renard[3], Santamarina[4],

Bosch[5] y Beccar Varela,

no es posible inventar una novela.

Para mí, todos ellos son iguales.

No tienen iniciales.

— Me podría explicar…

— Ya se lo explico.

Y no se vaya usted. Se lo suplico.

 

José F. Uriburu.

 

Tiene una efe el jefe.

A ver lo que sacamos de la efe.

¿Quiere decir formal,

filántropo o frugal?

¿Qué carácter revela o que matiz?

¿Quiere decir filósofo o feliz?

¿Es, acaso, de fénix la inicial?

 

Matías G. Sánchez Sorondo.[6]

 

La ge de don Matías me sorprende.

Yo no puedo entenderla. ¿Usted la entiende?

¿Causa satisfacción? ¿Produce pánico?

¿Para el politiquero tornadizo,

es glacial? ¿Es galvánico?

¿Gobernante o granizo?

 Enrique S. Pérez.[7]

La ese me tiene inquieto,

aunque sea muy digna de respeto.

La tal letra me pone en un apuro.

¿Significa simbólico? ¿Seguro?

¿Severo? ¿Saludable u otra cosa?

¡Qué letra tan curiosa!

 

Ernesto E. Padilla.[8]

 

¿Eficaz? ¿Elocuente? ¿Expeditivo?

¿Épico? ¿Educativo?

¿Qué es lo que nos augura?

No es cosa tan sencilla

traducir esa letra que figura

entre Ernesto y Padilla.

 

 Octavio S. Pico.[9]

 

La ese, de nuevo, se presenta ahora,

¡Tarea abrumadora!

¿Es principio de sobrio? ¿De simpático?

¿De sólido saber? ¿De sistemático?

 

 Agustín P. Justo

 

Esta pe es muy notable.

¿Es pe de pertinaz? ¿Lo es de prudente?

¿De pacificador? ¿De prescindente?

¿O de presidenciable?

Rehabilitación del bigote

El que misia Cipriana

es una ciudadana

varonil y algo ruda,

nadie lo pone en duda.

Mujer de cierta edad,  alegre y sana,

es, a ratos, un poco charlatana.

El bigote en el hombre le deleita.

— Es -dice- el complemento del buen mozo.

Y, como el que ella tiene, más que bozo,

es de crin o de pleita,

con el mayor cuidado se lo afeita.

Como ayer se sintió conversadora,

fué a buscar a una amiga que es doctora,

con quien sostuvo un diálogo

idéntico o análogo

al que sigue;

— Ya es hora

de que vuelva el bigote por sus fueros.

Los hombres verdaderos

deben usarlo.

— ¿Si?;

— ¡Naturalmente!

¿ No opina usted lo mismo ?

— Exactamente.

— Los usan los caballeros,

los sabios, los guerreros,

los hombres de valía,

¡hasta los verduleros!

¿No lo sabía usted?

— No lo sabía.

— Y, por fin, llegó el día,

en que el bigote, a veces mal mirado,

se ha rehabilitado.

¿Por qué se lo quitaban?

¿Por qué lo desdeñaban?

Nadie me lo ha explicado.

Un día presentóse mi marido

afeitado del todo

Y, al verle de aquel modo,

casi me pareció un desconocido

y me dio un arrechucho.

Hoy lo lleva otra vez

— Me alegro mucho

-¡Es un símbolo eterno

que cuenta con la ayuda del gobierno!

Uriburu lo luce sin jactancia,

aun cuando reconoce su importancia.

El bigote se impone

y a triunfar nuevamente se dispone.

El de Santamarina

es de una concisión muy elegante.

— Es verdad.

— ¿Y qué opina

del de Bosch? ¡Qué bigote interesante!

El de Beccar Varela

es de la vieja escuela.

Es el dueño legítimo

de un bigote marítimo,

Renard.

— ¿Está segura?

— Digo la verdad pura.

El de Padilla juzgo muy discreto

y el de Pérez me inspira gran respeto.

A mí se me figura

que sólo es enemigo de ese adorno

el tipo casquivano. ¡Qué bochorno!

Quizás se explica que lo sea el glabro.

— ¡Qué término macabro!

— O el lampiño, es igual; pero no el hombre que es digno de ese nombre.

¿No se ha fijado en Pico,

en Hermelo y Guerrico?

Tenemos un gobierno bigotudo,

¿Lo duda usted, señora?

— No lo dudo.

— ¿Se explica mi entusiasmo?

— Me lo explico.

— ¡Qué tarde es ya! Me voy. Hasta mañana.

— La felicito a usted, misia Cipriana.

El orgullo de las torres

 

La torre del Concejo Deliberante

 

Soy una torre elegante.

Soy una torre admirada.

Soy una torre envidiada.

Soy una torre flamante.

 

La torre del pasaje Barolo

 

Recién nacida

ya es orgullosa.

¡Qué presumida!

¡Qué vanidosa!

 

El reloj de San Ignacio

 

Acércate a la nube, sube, sube.

Atraviesa la nube

y olvida que debajo

de ti reina el silencio y no el trabajo.

 

La torre del Concejo Deliberante

 

Viejo templo,

yo contemplo

Buenos Aires dormido a mis pies:

lo que tú, hace ya lustros, no ves.

 

Los elevadores de granos

 

Harás mal en tenerte

por una novedad.

¡Podrías convencerte

de tu inutilidad!

 

La cúpula del Congreso

 

Yo por todos he sido elogiada,

represento el poder y la acción

y domino la Casa Rosada.

 

El campanario de Santo Domingo

 

¡Qué ilusión! ¡Qué inocente ilusión!

 

Los rascacielos

 

Plagiados nos vimos.

Plagiados nos vemos.

Subimos, subimos.

Crecemos, crecemos.

 

La torre de los ingleses

 

Dar algo es difícil hoy

en que nadie quiere dar.

Yo, ¿quién lo puede negar?,

doy la hora ¡y algo doy!

 

La torre del Concejo Deliberante

 

La vida se evapora, el tiempo corre,

todo desaparece.

La torre permanece.

¿Hay algo más sublime que la torre?

 

El reloj de San Ignacio

 

“Las torres que desprecio al aire fueron

a su gran pesadumbre se rindieron.”

 

La torre del Concejo Deliberante

 

Es una cosa fría

y amanerada

esa filosofía

versificada.

 

La torre de la Galería Güemes

 

Desde esta altura, donde vuela

el alma libre de deseos,

todos los hombres son pigmeos.

Sólo se ve a Beccar Varela.

La torre del Concejo Deliberante

Yo sé lo que me espera. ¿No está escrito?

Elevarme y subir al infinito.

La chimenea de una fábrica

A las nubes llegarás.

¿Y, al fin, qué conseguirás?

¿Tratas de horadar el cielo?

Recuerda que torres más

altas se han venido al suelo.

La torre del Concejo Deliberante

 

¿Voy a tener rivales? No es presumible.

Soy -locuaz, impaciente y antojadiza- como los hombres nuevos, irresistible.

 

Las demás torres

 

¡Qué torre jactanciosa! ¡Qué advenediza!

 

Dicho y hecho, por Batlle

 “En breve se incorpora al grupo el señor de la casa, Horacio Beccar Varela, de regreso de su Estudio[10] o del Ministerio. Su altura célebre, que popularizaron los dibujantes, nos corona a todos.” Consideramos oportunas estas palabras de Manuel Mujica Láinez para compartir las siguientes viñetas.

caras1

caretas

caras3

caras4


Félix Lima
 

 

Algunos años después, en 1937, “Caras y Caretas” publicaría una “entrevista” con el monumento a Juan Lavalle,[11] titulada “Con don Juan Lavalle, soldado y mártir unitario: reportaje marmóreo por Félix Lima”.

Decía el escritor e historiador Bernardo González Arrili que la gracia de Lima “se convertía en el chascarrillo del día, pues cada lector salía apresurado a comunicarlo al amigo o lo llevaba riendo a su casa para amenizar la comida”. Por lo extenso del “reportaje marmóreo” reproducimos a continuación sólo un párrafo, el cual nos permite apreciar que aún luego de su paso por la política la figura de Horacio Beccar Varela seguía siendo enaltecida para el público.

“En cuantito llegando al costao del estatua de
Lavalle en el centro del plaza del mismo nombre,
yo dando el manija al escalera, y usté subiendo,
no más, si, si. Con esta escalera que s’estira como
bandoneón del típica Canaro, pa poner un ejemplo,
llegar pudiendo al campanario del iglesia de
San Telmo, y tamién, al oído derecho del dotor
Horacio Beccar Varela.”

Posiblemente el mismísimo “dotor” tomaba a bien todo este humor a costa suya, puesto que, según dice Adolfo Lanús en su libro Al servicio de la República, “lo relevaba de toda solemnidad su natural bondadoso y dispuesto al buen humor.”

Quizá el siguiente extracto de la mencionada obra sirva para ilustrar su “buen humor”.

“Andaba a caballo [Horacio Beccar Varela] con José María Cantilo[13] en una estancia de la provincia de Buenos Aires. Los acompañaba en el paseo uno de los peones de la estancia con quien a los dos les gustaba conversar. Hacía rato que marchaban junto al alambrado por un potrero cuyas dos únicas tranqueras aparecían muy lejos una de otra.

-Es grande este cuadro- comentó Cantilo, quien me ha referido la anécdota.

-Largo -aclaró el peón- largo y muy angosto, ¿no ve? Por eso le decimos “la manga”.-

-La manga de un saco mío -agregó entonces Beccar Varela, extendiendo un brazo para que se convencieran del símil.”

Finalizamos con la siguiente fotografía y dejamos a juicio del lector si fue o no altamente exagerada la labor de los humoristas de la época.

archivo

Plaza de Mayo, Horacio Beccar Varela (izquierda) y parte del gabinete

Fotografía del Archivo General de la Nación

 

Bibliografía

  • “Caras y Caretas”, 1930, 1931 y 1937 (Números 1668, 1671, 1674, 1676, 1682, 1696 y 2004).
  • Cutolo, Vicente Osvaldo. Novísimo diccionario biográfico argentino (1930-1980). Buenos Aires, Elche, 2004, tomo primero.
  • Estudio Beccar Varela: un siglo (1897-1997). Buenos Aires, J. C. Toer & Asociados, 1997.
  • Lanús, Adolfo. “Al servicio de la República (semblanza de Horacio Beccar Varela)”. Buenos Aires, Comisión de Homenaje, 1953.
  • Mujica Láinez, Manuel. Los Tres Ombúes: evocación histórica. San Isidro, 1965.
  • Reseña histórica del Club Atlético San Isidro. San Isidro, CASI, 1977.
  • Revista “Primera Plana”, 7 de mayo de 1968.
  • Revista “Periscopio” n° 25, 10 de marzo de 1970.

 

Acervos bibliográficos consultados

  • Archivo General de la Nación – Departamento de Documentos Fotográficos.
  • Biblioteca Nacional de España – Biblioteca Digital Hispánica.
  • http://www.magicasruinas.com.ar/
  • Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro “Dr. Horacio Beccar Varela”.

[1] El Dr. Horacio Beccar Varela vivió en la Quinta Los Ombúes y fue quien determinó en 1949 su donación a la Municipalidad de San Isidro. También ejerció el cargo de Presidente en el CASI (Club Atlético San Isidro), en el período 1928-1929.

[2] Ministro de Guerra.

[3] Ministro de Marina.

[4] Vicepresidente.

[5] Ministro de Relaciones Exteriores.

[6] Ministro del Interior.

[7] Ministro de Hacienda.

[8] Ministro de Justicia.

[9] Ministro de Obras Públicas.

[10] Estudio Beccar Varela, estudio de abogados fundado por Horacio en 1897 y todavía en actividad.

[11] Ubicado en la Plaza Lavalle, obra del escultor italiano Pietro Costa.

[12] Francisco Canaro (1888-1964). Músico y compositor de tangos.

[13] Ministro de Relaciones Exteriores y Culto entre 1938 y 1940.