“Fontanarrosa: pararla de pecho y ponerla en el ángulo”, por PABLO DE SANTIS
Se reúnen las columnas que el dibujante y escritor rosarino publicó en Clarín durante los mundiales de Francia y Japón/Corea. Y relanzan toda su obra literaria.
Clarín – Siempre hemos temido esas novelas cuyas contratapas anuncian, como promesa o amenaza: “El verdadero protagonista es el lenguaje”. Pero en la obra literaria de Roberto Fontanarrosa la advertencia se cumple y para bien. El protagonista de sus cuentos y novelas es el lenguaje, o mejor, son los discursos. En el centro de su labor literaria está la parodia, y no hay cuento que no se apoye en un discurso ajeno: el relato deportivo, la crónica de guerra, la poesía, el manual de historia, los documentales científicos, el género policial, la gauchesca, el aforismo…
Contaba Thomas Bernhard la historia de un imitador de voces que podía imitar a todos pero que, cuando se le preguntaba por su propia voz, se quedaba mudo. Fontanarrosa tenía su propia voz –como se ha comprobado en decenas de entrevistas– pero también tenía una especie de don de lenguas, que tal vez lo representara más que su “yo”.
Había nacido con un oído absoluto para esas expresiones que se cristalizan y cuyo absurdo no notamos hasta que alguien nos lo señala. Creó personajes de historieta no para que corrieran peligros o se movieran por el paisaje de la página, sino para que conversaran entre sí.
Su obra gráfica tampoco es ajena al hechizo del discurso. Inodoro Pereyra comenzó como una parodia a la gauchesca –o más bien al uso que alguna retórica de izquierda hacía del gaucho–, mientras Boogie el aceitoso visitaba la novela negra y el “bestseller internacional”.
Sus dibujos iniciales revelaban cierta torpeza que se resistía a las formas redondeadas del humor gráfico, y confesaban un anhelo incumplido por imitar la historieta de aventuras, hasta que alcanzó el prodigio expresivo que todos conocemos. Y en la construcción de personajes, sobre todo en Inodoro Pereyra, muy pronto se despegó de la ironía dura del principio para crear un universo en miniatura, a cuyos dueños, Pereyra y Mendieta, el lector veía como viejos amigos.
Aunque tenemos la sensación de que el Fontanarrosa escritor apareció mucho después del humorista gráfico, en realidad no es tan así, porque su primer libro de cuentos –Fontanarrosa se la cuenta– es de 1973. El editor de entonces fue su amigo Juan Martini, rosarino como él, exquisito escritor y gran editor…
escritor y profesor de nuestra Diplomatura en Cultura Argentina
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