Entrevista a Pablo De Santis


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Entrevista a Pablo De Santis Compartí

* Por Liliana Massocco

El 25 de agosto la Academia Argentina de Letras eligió como académico de número al escritor, periodista y licenciado en Letras Pablo De Santis.
Fue designado para ocupar el sillón “Martín Coronado”, en reemplazo del académico José Edmundo Clemente.

Para felicitarlo y conocer un poco más acerca de quien nos honra con sus clases en nuestra Diplomatura, la directora de este boletín digital, Liliana Massocco, le ha realizado una entrevista exclusiva.

– ¿Cómo recibió la noticia de su nombramiento como académico?

– Es un honor y una alegría haber entrado en la Academia Argentina de Letras, un lugar por donde pasó buena parte de la historia cultural argentina y donde se defiende lo que nuestro idioma tiene de particular y también de universal.

– ¿Qué opinión tiene acerca de la lectura en nuestro país y cuál cree que es el papel del escritor en la realidad social argentina?

Creo que el escritor debe ser fiel a su imaginación, y no imponerse tareas que no le surjan naturalmente. Cuando un escritor se impone temas “de actualidad” en general malogra sus textos. Uno escribe en diálogo con el propio pasado, con las cosas que no se han podido resolver, con sus fantasmas y sus errores. El rol del “escritor comprometido” que se vio sobre todo en los años setenta siempre me pareció una impostación.

– ¿Cuál es su principal aspiración como escritor? ¿Desea transmitir un mensaje al lector?

En un ensayo uno habla de lo que entiende y en una ficción de lo que uno no entiende o no termina de entender. Pero sí creo que hay una especie de mensaje implícito en todo texto literario: que los relatos forman nuestra identidad, y que al vivir nos contamos.

– ¿Qué es lo más gratificante y lo más frustrante de su profesión?

Es una maravillosa profesión: uno se dedica a imaginar. A veces está acompañada de cierta soledad.  Tampoco es fácil convivir con las propias vacilaciones. Uno se pregunta: ¿Esto se entiende? ¿Esto le va a interesar a alguien? Pero cuando uno se lanza a trabajar con otra gente (en mi caso, escribir para la televisión) y tiene que aceptar las opiniones ajenas, enseguida extraña la soledad.

– ¿Cómo surgió el interés por escribir algunas obras para jóvenes?

Creo que todos mis libros (inclusive las novelas para adultos) son para adolescentes, porque a mí me fascina el modo en que se lee a esa edad. Hay más tiempo, y los libros forman una parte muy grande de la vida. El lector joven trata de ver, a través de las historias que otros imaginaron, cómo funcionan las cosas del mundo. Y a veces encuentra que un personaje lejano (en el tiempo o en el espacio) tiene sus mismas dudas, sus mismos miedos.

– ¿Coincide con la opinión de que su originalidad narrativa está en el constante diálogo con el lector?

Siempre me parece que hay que ponerse en el lugar del lector, porque uno escribe para los demás, y es a partir de la lectura y de la capacidad del lector de descubrir simetrías y correspondencias, de donde surge el sentido de un texto.

– ¿Tiene alguna anécdota que le gustaría compartir?

¡Qué escasa de anécdotas es la vida de un escritor! Pero puedo decir que me impulsaron a escribir los poemas de Borges que aparecían en el suplemento literario de La Nación, y que mi madre recortaba y guardaba debajo del vidrio de la cómoda y de la mesita de luz, entre fotos familiares y estampitas de comuniones y bautismos. En ese entonces yo tenía unos doce o trece años. No conocíamos a Borges más que de vista, pero a través de este ritual Borges quedaba incorporado a la familia.