“EL ÚLTIMO PIGLIA: CUANDO EL CUENTO ES VIDA Y LA VIDA SE CONVIERTE EN CUENTO”, POR PABLO GIANERA


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La publicación de los Cuentos completos, cuya edición el escritor dejó preparada antes de su muerte, en 2017, mezcla la autobiografía y la ficción y muestra la voluntad de renovar la forma del relato

La Nación – La decisión de reunir entre una tapa y una contratapa, esa lápida de dos lados, los cuentos (o los poemas, o las novelas) le da al escritor vivo (porque de los muertos se ocupan otros) la excusa de poner orden: se suprime esa prosa ya infamada, se añade otra recién venida. Se hace un libro que deje satisfecho al autor que, desengañado de quien era y contento de quien es, se dispone previendo el final a poner sus papeles en orden. Pero Ricardo Piglia se ocupó de que sus papeles no estuvieran nunca en orden. Confundió deliberadamente relatos, dejó títulos aun cuando esos títulos no nombraban ya lo mismo que antes, nombres propios que eran unos y son después otros. La publicación de sus Cuentos completos (Anagrama) corona, por lo menos hasta nuevo aviso, esas maniobras de fingimiento, que fueron en realidad su obra entera. En quien lee, queda el raro efecto de buscar una cita en un libro, no encontrarla, y que aparezca en otro libro.

En la nota que Piglia, ya en la etapa última de la esclerosis que lo mataría, dictó el 10 de abril de 2016 está casi todo dicho: “Increíblemente me he pasado más de cincuenta años escribiendo cuentos, o mejor, ficciones breves. En varias de mis novelas he incorporado relatos y si los recojo en este libro es porque mi idea del cuento ha ido cambiando con los años”.

Pasado en limpio, esto quiere decir que Piglia, que tanto se dedicó a pensar la morfología del cuento, podía juzgar que cuento era cualquier cosa que él decidiera como tal. No es otro el origen de los tráficos de la novela al cuento, del cuento a la novela, y de la novela y el cuento al ensayo y la crítica.

Una de las teorías más poderosas de Piglia fue la de las “dos historias”; es decir que, como pasa por ejemplo en “La muerte y la brújula”, de Borges, leemos una cosa y resulta después que la historia que leíamos era diferente, iluminada desde el final. Esa teoría, tantas veces citada, rige sus cuentos, no cada uno, sino su reunión. Con Piglia, volvemos a encontrar las mismas palabras conocidas en lugares imprevistos y cuando buscamos algo allí donde creíamos que estaba, ya no está…

PABLO GIANERA,

periodista y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

 


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