“EL DIÁLOGO COMO CONSTRUCCIÓN POLÍTICA MÁS QUE APARIENCIA TRIVIAL”, POR FISHEL SZLAJEN
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La discusión debe caracterizarse por trascender las ciegas posiciones doctrinales, sin dualidades maniqueas. Debe tender al razonable consenso más que a la profundización de dicotomías
Infobae – El diálogo, cuyo significado proveniente del griego dialégomai remite a un conversar o hablar con alguien, posee dos componentes fundamentales: diá, “a través de o por medio de” y logos “principio de conocimiento o razón”. De esta forma el diálogo es un proceso discursivo del que surge o se construye una clase de razón, cuyo carácter plural es opuesto al monólogo o soliloquio. Más aun, el conocer también conlleva dicho aspecto dual determinado por cognoscere, gnosis conjunta o un saber que se realiza en relación con otros.
En la tradición filosófica griega, la dialéctica intentaba ser el método para generar la episteme o saber, conformada por ístemi “erigir” y epi “encima”. Así, diálogo, conocimiento y saber, remiten al menos en teoría a procesos de construcción y comprehensión de la realidad no de forma individual y dogmática sino conjunta y dinámica. No obstante, frecuentemente este modelo se tergiversó al ponerlo en práctica adoptando sólo cuestiones de forma despojándose de las de fondo.
[…] Con esto en mente, en las coyunturales arenas políticas, debemos aprender a salir de los obcecados monólogos o diálogos de forma, donde cada uno de los interlocutores ni siquiera debaten, sino que desean únicamente la anuencia del otro, imponerle su idea, o que al menos no estorbe en su soliloquio, más allá de toda evidencia o argumento que se le presente, utilizando además todo medio a su alcance para ello, desde la falacia, el embuste y hasta cuestiones lindantes con lo extorsivo. Es por ello que el diálogo político debe partir de un común objetivo, bajo una admitida autoridad reconocida por todos, y que devenga en un proceso de concientización abierto y explícito para reconocer la legitimidad de otras perspectivas. Debe caracterizarse por la renuncia a una tendencia centrípeta de la razón política, para lograr trascender las ciegas posiciones doctrinales, dejando de representarse en dualidades maniqueas. Debe tender al razonable consenso más que a la profundización de dicotomías planteadas en términos de calificaciones y juicios de valor. Pero para ello se necesita un esencial aporte individual y de parte de todos los actores intervinientes, consistente en una tan generalizada como gran dosis de humildad, de compromiso con la verdad y obediencia a unas mismas y claras reglas. Y esto es debido a que sólo cada uno de los interlocutores sabrá si él mismo se ha abierto a una relación viva, simétrica y absolutamente sincera con el otro, sin jugar a un mero rol dialéctico el cual siempre puede ser representado muy convincentemente…
FISHEL SZLAJEN,
rabino, filósofo y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina
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