Bienvenidos a la Argentina
Palabras de Roberto Bosca, director académico de nuestro instituto, en el acto de apertura del año académico 2018 (3 de abril). En ellas resume el espíritu de nuestra institución y especialmente de la Diplomatura en Cultura Argentina dirigida por Pedro Luis Barcia. Del acto de apertura participó el Ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, con motivo de que nuestra Diplomatura fue declara de Interés Cultural de la Nación.
“Buenas tardes a todos y…bienvenidos a la Argentina.
Les quiero explicar por qué los saludo de este modo, que es lo que hago todos los años, y quiero decirles ahora que cada año lo hago con una mayor convicción porque son ustedes los alumnos y los profesores los que, también cada año ratifican con su presencia que entienden bien y comparten ese mismo espíritu.
Hoy comenzamos un nuevo año académico del instituto y otro curso de la diplomatura en cultura argentina. A partir de hoy volvemos a vernos todos los martes para disfrutar de la aventura de nuestra vida, de nuestra vida colectiva como un país, una nación, un pueblo.
Les puedo asegurar que muchos de los que están hoy aquí durante todo este año van, vamos a esperar el martes, y lo van a esperar con ilusión, porque cada martes vamos a celebrar el cumpleaños de la Argentina. Como ustedes saben, este programa tiene su origen, sí sí, en un cumpleaños, porque nació en 2010 con la celebración del Bicentenario. La gente ya se olvidó del bicentenario pero no importa, nosotros seguimos celebrando…
Cuando cada martes a las 19 se enciendan las luces de este escenario, los actores que vamos a estar acá arriba somos nosotros mismos. Quizás les llame la atención esto que les digo porque en principio se supone que aquí van a estar los profesores, pero no es tan así.
Les digo que nosotros vamos a ser los actores porque somos nosotros los constructores de nuestra propia realidad. Cada martes vamos a encender una luz, vamos a vivir nuestro pasado, nuestro presente, nuestro futuro. Es una luz que nos permitirá ver más y mejor. Vamos a vivir la Argentina, y la vamos a vivir en su identidad más profunda, que está en la cultura. Por eso es que hemos definido el programa en tres palabras: memoria, identidad, proyecto.
¿Por qué digo esto? Porque durante dos años vamos a bajar allí, a la Argentina profunda para ascender…al conocimiento de nosotros mismos.
Al comienzo, hace ya varios años, cuando me pedían que les explicara cómo es la diplomatura, les decía que este era un programa para saber mirar una pintura o escuchar una composición musical o entender mejor a Borges. Pero me parece que estamos ante algo más que eso. No es que no sea importante Borges, pero fui yo mismo quien con el tiempo fue descubriendo en la diplomatura cosas nuevas. Por eso después fui diciendo otras cosas. Por eso muchos de ustedes me han escuchado o han escuchado a Sergio y a los otros directores de las distintas sedes definir a la diplomatura como una reflexión sobre la Argentina, con nuestros más y nuestros menos, para asumirnos en nuestra identidad más interior, más raigal (si le preguntara a un filólogo como Pedro me diría que raigal viene de radix, raíz), o sea de nuestra identidad más profunda.
En esta excursión interior tenemos los mejores guías, ustedes ya conocen a muchos de ellos porque los hemos buscado entre los mejores del país, porque ellos tienen algo importante para decirnos, y si sabemos escuchar, van a ver ustedes que muchas de esas cosas que ellos digan constituyen claves interpretativas de nuestra propia realidad.
Es un tesoro que una enorme multitud de argentinos que nos han precedido nos han dejado como un patrimonio precioso, son esas cosas valiosas que hacen que nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos(y hoy ya hay que hablar también de bisnietos) pueda ser mejor. Por eso tenemos con ellos una actitud de gratitud.
Hay una cita clásica que se atribuye a Bernardo de Chartres (y otros la atribuyen a Newton) y que me gustaría recordar aquí: somos enanos en hombros de gigantes. Por eso podemos ver más, y ésa es la historia del progreso humano.
En este mundo global que parece arrasar con tantas cosas, la identidad es lo que nos mantiene fieles a nosotros mismos, y por eso mismo es el quicio que nos permite afirmarnos en la realidad, personal y social. Fíjense ustedes que ése es precisamente uno de los rasgos que se reconoce en los abuelos; los que somos abuelos transmitimos esa identidad porque comunicamos, desentrañamos las raíces. No es poca cosa.
Pero podemos hacer esto, podemos hacerlo, lo hacemos, porque tenemos algo que los otros no tienen. Los del siglo pasado tenemos a lo mejor un poco disminuidos los sentidos del cuerpo, a lo mejor ya no vemos o no escuchamos como antes, pero tenemos mucho mejores los sentidos del alma, que son los más importantes, porque atesoramos un patrimonio y una historia, es una historia que no se aprende en ningún libro. Atesoramos, sobre todo, una experiencia y un conocimiento de la vida, que los más nuevos no tienen. Nosotros transmitimos esa cultura invisible que no está en los libros y que aprendimos de nuestros padres.
Mañana, 4 de abril, se cumplirán 50 años de un magnicidio: el día en que fue asesinado el pastor bautista Martin Luther King, uno de los héroes civiles más admirados por millones de personas no sólo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. Ustedes recordarán su lucha por los derechos humanos que marca un antes y un después y un discurso histórico pronunciado en Washington ante una multitud: I have a dream, yo tengo un sueño. Este discurso está considerado una de las piezas oratorias más famosas de la historia, donde él describe ese sueño que tiene su fundamento en una fe personal y colectiva. Con esta fe -dice Luther King- seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. El lo hizo, él cambió la historia. Nosotros a lo mejor no tenemos esa fuerza pero tenemos un sueño, y también podemos hacerlo, en nuestro propio escenario, desde nuestro propio lugar.
Ayer, 2 de abril, hicimos un reconocimiento del dolor. Es una fecha que nos remite a la palabra patria. No sé si ustedes se han puesto a pensar en cómo se ha licuado en nuestra nación el patriotismo. La piedad patriótica parece hoy una antigualla, algo propio de siglos pasados. Parece algo que no es para nosotros, ciudadanos globales, y que en todo caso deberían aprender los niños en la escuela. La piedad patriótica es una virtud ausente que hoy ya nadie enseña.
Pero no es una cosa de niños y me pregunto si no reside en gran parte precisamente en esta ausencia una de las causas de muchos de nuestros problemas, todas esas cosas que nos cuesta tanto superar. La corrupción es en primer lugar una ausencia de esa piedad patriótica, porque ningún hijo bien nacido daña a su madre.
Como dice la lógica no se puede amar lo que no se conoce. Por eso decimos que conocer la Argentina es el primer paso hacia quererla más.
No me gustaría que interpretaran todo esto como unos efluvios sentimentales y como unas consideraciones formales llenas de buenos deseos algo abstractos e idealistas, muy lindos para decir en un comienzo de curso.
Este programa, dentro de los naturales límites de toda obra humana, procura convertir ese sueño en algo concreto, dar un paso hacia una realidad posible, con datos, cifras, conocimientos objetivos de esa misma realidad, también opiniones. No es una fantasía, es un país real el que tenemos entre manos, por eso aquí van a encontrar toda la Argentina, desde la que antes de ser tal, poblaron los pueblos originarios, también las obras de arte que crearon los hijos de los inmigrantes, hasta el tratamiento de las cuestiones más controversiales de nuestra vida política.
Ponemos a disposición de todos ustedes ese rico tesoro y lo hacemos desde perspectivas muy diversas y aun opuestas, acá todos tienen cabida porque la Argentina somos todos, no los que me gustan a mí.
Nosotros no sacamos conclusiones; las conclusiones son de ustedes.
Quiero decirles para terminar esta explicación que lo que nosotros intentamos con este programa es contribuir a la construcción de la casa común, y que este quehacer conjunto no es posible concretarlo sólo compartiendo un sueño sino comprendiéndonos en un marco que lo contiene y lo hace posible, que es una amistad social. Porque es ella la que puede hacer posible superar las diferencias, más aún, convivir en las diferencias.
Nuestra diplomatura quiere ser uno de los escenarios en los que sea posible construir este sueño. Santiago Kovadloff publicó este fin de semana un artículo sobre la amistad donde dice: el corazón de mis amigos es mi casa. Esta experiencia personal es la que este programa quiere que sea también la de ustedes en el escenario más amplio de nuestra querida patria argentina.
Muchas gracias”.
Artículo sobre el acto, en Infobae: