“AQUELLOS ENTRAÑABLES CARNAVALES PORTEÑOS”, POR RODRIGO SALINAS


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“AQUELLOS ENTRAÑABLES CARNAVALES PORTEÑOS”, POR RODRIGO SALINAS Compartí

Por Lic. Rodrigo Salinas

Alumno de la Diplomatura en Cultura Argentina e historiador de la UBA

Investigador de la Ciudad de Buenos Aires, la Avenida de Mayo y los festejos del Centenario

 

AQUELLOS ENTRAÑABLES CARNAVALES PORTEÑOS

CORSOS, ORFEONES Y COMPARSAS EN LA CONSTRUCCIÓN

DE LA NACIONALIDAD ARGENTINA (1869-1910)

La Avenida de Mayo generosamente iluminada con lamparillas eléctricas,

en ocasión de los festejos de los carnavales en el barrio porteño de Monserrat en febrero de 1910.

En Barat, Cecilia, Archivo Buenos Ayres.

 

Los barrios porteños de Monserrat y Balvanera fueron los espacios urbanos elegidos por los habitantes de la ciudad capital de la República Argentina para organizar los festejos de los carnavales que tenían cita allí cada verano en el transito del siglo XIX al siglo XX. Durante los calurosos meses de febrero y en los fines de semana previos al inicio de la Cuaresma -siguiendo los rituales del calendario litúrgico cristiano- la primera avenida porteña se convirtió en el “corzo del pueblo” y la población se “quitaba el ropaje de su personalidad” para aplaudir el paso de las comparsas, de los orfeones, de los conjuntos gauchescos y presenciar la elección de la reina.

En este sentido, el carnaval era un evento de vital importancia en la urbe decimonónica, ya que era una oportunidad extraordinaria de divertirse, de bailar y de actuar con una libertad que pocas veces se vivía en el contexto social de la Ciudad de Buenos Aires. Los carnavales traían, además, la alegría y la fiesta al “corazón” de la ciudad masificada pero, también, fue la ocasión predilecta de los sectores sociales hegemónicos de la Generación de 1880 de mostrarse como una comunidad encaminada con pie firme hacia “el progreso indefinido” y “la civilización” (tal como lo había definido la filosofía positivista a mediados del siglo XIX), imponiendo para ello un mayor control estatal sobre las fiestas populares. De esta forma, a principios del 1900, el carnaval porteño se constituyó en un evento para la acción disciplinaria y ejemplificadora de los hombres de la élite dirigente, y se impuso como un ámbito preferente para la representación pública del ideal de la sociedad argentina, una sociedad que en el apogeo de la construcción del Estado Nacional ya se especificaba “blanca y europea” –según la historiografía oficial escrita por el general Bartolomé Mitre (1821-1906) en sus relatos sobre la “Biografía de Belgrano y la Independencia Argentina” (publicado en 1857) y la “Biografía de San Martín y la Emancipación Sudamericana” (publicada en 1887)- y que no contaba ya con rastros de una población negra de descendencia africana

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