“LAS PILETAS DE LA SALADA: DE SU AUGE POPULAR A CONVERTIRSE EN UN TERRITORIO SECRETO LLENO DE RUINAS”, POR PABLO MASCAREÑO


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Las piscinas convertidas en un yuyal. La postal lúgubre de La Salada.

Crédito: Ignacio Sánchez / La Nación.

La Nación recorrió el predio del famoso balneario convertido en un pastizal peligroso donde aún se observan los restos de las construcciones utilizadas por los bañistas.

La Nación – Esta es una travesía hacia el olvido. Un viaje a lo fúnebre y marginal que siempre resulta el abandono. Una aventura donde el ocaso tiene atmósfera aciaga. Tan cerca y tan lejos de todo. Si hasta el tiempo aquí parece correr distinto, entre vegetación salvaje, piscinas desérticas y corroídas, y construcciones desmoronadas convertidas en escombros, como un campo de batalla bombardeado tras la derrota. Atrás quedaron las épocas de festivo esplendor de las piletas de La Salada, esos espejos artificiales de agua que marcaron una época. Aquel famoso balneario amedrentaba el calor de los vecinos imposibilitados de vacacionar lejos del sopor de los veranos porteños.

El complejo contaba con dos piscinas de grandes proporciones, otra más pequeña para los chicos y una laguna. En todos los casos, el agua era salada, proveniente de napas ubicadas a más de trescientos metros de profundidad y a la que se le atribuían poderes curativos, uno de los factores fundamentales que impulsaron el crecimiento de este gigantesco parque de esparcimiento hoy convertido en ruinas, donde los restos esparcidos entre la vegetación harían las delicias de un antropólogo.

El lugar hoy es un yuyal agreste con una prominente cantidad de árboles y una vegetación impactante que lo cubre todo. Cada tanto, la flora dejará descubrir los vestigios de cemento de piscinas y edificaciones que dan cuenta de aquellos tiempos de ostentación donde miles de personas llegaban para pasar un día de esparcimiento. Ahora, cada paso es el testimonio del ocaso que entristece. Vestigios de días felices donde en el lugar se escuchaba el resonar de las risas, la música de los altoparlantes y el incienso de la humareda de los asados…

 

Las piletas de La Salada se ubicaban en un predio cuidado y pletórico de vegetación lindante con

la cuenca Matanza-Riachuelo en el extremo del partido de La Matanza

 

PABLO MASCAREÑO,

periodista, especialista en teatro y espectáculos y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina

 

 

 

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