“SILVIA GOLDY LEGRAND, LA MUJER QUE RENUNCIÓ A SER UNA DIVA PARA CONSTRUIR UNA FAMILIA”, POR PABLO MASCAREÑO
La Nación – En marzo de 2018, Silvia Legrand visitó Villa Cañás junto a sus hermanos Mirtha y José. La recorrida por la ciudad natal tenía para ellos un sabor a despedida. Nada dicho. Solo una percepción inteligente de tres personas longevas y lúcidas que saben que, rondando los 90, todo tiene cierto espíritu de última vez. No se trata de una mirada distópica de la vida, ni de anular el futuro; tratándose de ellos, nada más alejado. Siempre fueron la representación del deseo encendido, pero, inteligentes, eran conscientes que, quizás, no habría otra oportunidad de pisar el terruño natal en la llanura santafecina. No la hubo. El 17 de agosto de 2019 falleció José y el 1° de mayo del año pasado, Goldy dio su suspiro final, mientras descansaba la siesta en su chalet de la zona norte del conurbano bonaerense.
Se cumplen doce meses de la partida de María Aurelia Paula Martínez Suárez, la mujer de estricto bajo perfil que transitó su corta carrera artística como Silvia Legrand y que para íntimos y extraños fue Goldy, la hermana gemela de Mirtha Legrand.
Tal era el parecido de las gemelas que José Martínez, su padre, no lograba distinguirlas. “¿Cuál es mi gordita y cuál es mi chiquita?”, decía, aludiendo a la diferencia corporal de sus hijas. De ahí devinieron los apodos Goldy y Chiquita.
Mientras el pequeño Josecito disfrutaba de las funciones de los dos cines del pueblo o ayudaba a los proyectoristas a enrollar las cintas de las películas, sus hermanas se dedicaban a otros menesteres. Disfrutaban salir a hacer compras con Juana, su mamá, o de preparar los disfraces para el siguiente carnaval. Eran tiempos donde la niñera de ambas les coronaba el peinado con un moño. Rosa María (Mirtha) exigía el más voluminoso para llamar la atención. Su hermana, en cambio, se conformaba con el que le hacían. La anécdota doméstica pinta la personalidad de cada una. Silvia, a pesar de haber caminado el mundo del espectáculo, siempre se caracterizó por la búsqueda de cierta privacidad. El destello de las luces que tanto seducen a Mirtha, en Silvia no generaban tal atracción.
Así como en la infancia fueron apodadas como Chiquita y Goldy, en el espectáculo convirtieron a Mirtha y Silvia, sus nombres artísticos, en una marca poderosa en aquella época de oro del cine nacional de escaleras de mármol y teléfonos blancos.
Las hermanas Legrand transitaron, durante varios años, una carrera compartida en cine y televisión. Películas como Soñar no cuesta nada o Claro de luna y programas como Carola y Carolina las contaron como protagonistas. En simultáneo, cada una desarrollaba algunos proyectos de manera independiente. En 1962, descollaron en Bajo un mismo rostro, dirigidas por Daniel Tinayre, producción que comenzaría a marcar el alejamiento profesional de Silvia, quien volvería a filmar diez años después, cuando le tocó interpretar el rol de Mariquita Sánchez de Thompson en la película Juan Manuel de Rosas, bajo la dirección de Manuel Antín. En 1974 se despediría, definitivamente, de la vida artística con el protagónico de una serie de televisión…
Mirtha Legrand y Silvia Legrand en la película Bajo un mismo rostro, estrenada en 1962
PABLO MASCAREÑO,
periodista, especialista en teatro y espectáculos y profesor de la Diplomatura en Cultura Argentina
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