VISITA AL ATELIER DE GUILLERMO ROUX
Como parte de las actividades previstas por nuestra Diplomatura en Cultura Argentina, Alejandra Sauze (directora de la sede San Isidro) coordinó junto a Mariana del Castillo un encuentro ameno y enriquecedor al atelier del gran artista plástico Guillermo Roux.
Publicamos la reseña que escribió una de las alumnas de San Isidro que participó de esta experiencia única junto al reconocido artista.
Breve raconto de la visita a la casa-taller de Guillermo Roux
Por Claudia Marzocca.
Esperamos en la vereda, a pesar del frio, hasta que todos los alumnos invitados estuvimos presentes. María, la secretaria de Guillermo Roux, observaba por la ventana y nos saludaba con una amplia sonrisa.
Ya adentro, tanto la calidez del ambiente como la humana nos abrigaron e invitaron a una charla amena, sencilla, frente a un grande. Roux aparece y nos y entusiasma a hacerle preguntas a la vez que nos va seduciendo con los relatos de su vida.
Nace en Flores, los pagos del Papa Francisco, como él mismo nos cuenta, y cuando de niño su mamá le da un lápiz, empieza a dibujar y admite que nunca más paró de hacerlo, es una pulsión. El contacto con el dibujo es sumamente familiar para él, ya que su papá era dibujante de historietas, o sea que en su casa siempre había papel y lápiz. Se define a él mismo como pintor, y dice tener la fortuna de haber hecho de su don un oficio. Cita a su padre quien sabiamente le dice que ha recibido un talento, que piense bien cómo lo va a administrar, y nos repite esa frase una vez más: “Te ha sido dado un don, ¿cómo lo vas a administrar?”.
Abandona sus estudios secundarios (que retomaría más adelante y seguiría después su formación en Bellas Artes), y comienza a trabajar. Decide entonces conocer el mundo y se embarca a Europa. Cuando llega a Roma, ya se le había acabado la plata, busca trabajo en un taller, donde había otros asistentes. El jefe de taller le toma una prueba de dibujo a gran escala y consigue el trabajo. Allí se estaban realizando los proyectos para la iglesia de Cork en Irlanda, hoy catedral. Era un trabajo en equipo y terminó siendo el único asistente y haciendo de todo. Con el director del taller, de quien habló con gran afecto, aprendió a ser humilde y a hablar del “nosotros’’, a hacer trabajos en equipo sin poner la impronta personal, en aras de la unidad del taller. Se queda 4 ó 5 años y regresa a la Argentina sin trabajo alguno. En forma fortuita conoce a alguien que le ofrece un empleo en Jujuy, en Ledesma, donde se levanta la caña de azúcar. Y allí partió a enseñar dibujo y pintura. Sus relatos juntamente con su peculiar y bella forma de narrar historias rápidamente motivaron y sedujeron a esos alumnos. Nosotros, a medida que iba pasando el tiempo, también nos sentíamos como esos alumnos: motivados y seducidos por sus relatos, el tono y la cadencia de sus palabras acompañados por el suave movimiento de sus manos.
Marta Ithurrat, ex alumna de la diplomatura, posibilitó este encuentro
Roux quiere que estemos cómodos y nos convida algo para comer y beber, aceptamos gustosos y brindamos por tan cálido y bello encuentro.
Nos cuenta que también viaja a Nueva York, vuelve, y es recién a partir de sus 40 años cumplidos que empieza a ganar plata con este oficio, el de pintor. Su pasión por el dibujo es algo interior, que fluye…un fuego que se manifiesta en una rigurosa disciplina para trabajar y producir. Fue su madre la que lo introdujo en los primeros pasos de la disciplina.
El recorrido por el taller lo realizamos con María, la secretaria. Fue ella esta vez quien nos nutrió de anécdotas y explicaciones interesantes, mientras tomábamos fotos maravillados.
Pudimos ver acuarelas, dibujos en carbonilla, bocetos, cuadernos de ideas y demás. Una fiesta para nuestros ojos que no daban abasto para apreciar tan cuantiosa producción: belleza, vanguardia y genialidad. En una estantería descubrimos una gran cantidad de frasquitos con pinturas de diversos colores, María nos cuenta que esos colores fueron preparados y utilizados en la realización del mural La constitución guía al Pueblo Argentino. Al cruzar el jardín admiramos extasiados el fondo de la pileta que Roux pintó en silla de ruedas.
De regreso a la casa Roux nos preguntó acerca de la diplomatura y nuestras motivaciones para estudiar Cultura Argentina, coincidió con nosotros en la importancia de la búsqueda de una identidad nacional, a la vez que hizo un comentario sobre la necesidad de contar con un museo de arte nacional que convoque y aglutine el arte argentino en forma integral y no por estilos o tendencias artísticas.
Se interesó en sus invitados y nos preguntó a qué nos dedicamos. Roux seduce, y se deja seducir con dulzura por nuestros relatos también. Estamos en una burbuja del tiempo detenido, no queremos que la visita termine y él no nos deja partir tampoco, pero es hora.
Su sabiduría, su profundidad, su espiritualidad, su obra, conformaron más que una visita a la casa de un artista, ha sido una experiencia que ha nos nutrido el alma.
Algunas fotos de aquel día:
El maestro Guillermo Roux
En el taller
Estudios
Notas
“La Constitución” de Roux
15 colores para la bandera argentina
El taller del maestro
Alejandra Sauze, directora de la sede San Isidro de nuestra Diplomatura