Reseña: “Clandy” de Geoffrey Jackson
Clandy
Geoffrey Jackson
Buenos Aires, Dunken, 2017; (trad.: Luisa Peirano – Marcela Dutra).
Clandy, la novela sobre el horror y la esperanza
“Tu no quieres matar. Yo tampoco; posiblemente menos que tú, aunque creo que ambos lo haremos, y pronto”. Estas duras palabras, que tienen un dejo de presagio de gaucho, expresan lo esencial de Clandy, la novela de sir Geoffrey Jackson (1915-1987), que se publica por primera vez en español.
Jackson, que fue embajador de Gran Bretaña en Uruguay, en la década de los 70, permaneció ocho meses secuestrado por el grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional –Tupamaros (MLN-T). Pero su novela no trata de eso. Él es apenas un personaje secundario de su propia trama. El leitmotiv de toda la obra es la lucha interna y personal de cada personaje entre la ideología política, las tradiciones y la propia conciencia. “Su dialéctica todavía luchaba contra una terca e indiferente conciencia que no se dejaba reprimir”, nos dice sobre la joven muchacha guerrillera que es protagonista de la historia. Pero la misma lucha la vive el militar que debe enfrentar a los terroristas y que expresa, desgarrando su alma, las palabras del principio de este artículo. Dolorosas palabras que le suelta a su primo, casi su hermano, que se ha pasado a la clandestinidad de la lucha subversiva.
Clandy no es una novela de aventuras ni una novela política. No hay héroes y villanos. Es una historia en la que hay seres humanos que, impulsados por el amor, el odio, la tristeza, la ambición, la ilusión de un mundo mejor, toman decisiones que van modificando sus vidas y que los acercan a la luz de la paz o a la oscuridad de la destrucción. Y con frecuencia a ambos.
En un pasaje interesante de la novela, un joven guerrillero que pertenece a la clase “bien” de la sociedad, confiesa descarnadamente que su padre construyó su casa sobre la base de un soborno. Ese joven y tantos otros que se volcaron a la violencia de la guerra clandestina, nos dice Jackson “sencillamente detestaban la sociedad actual, en la medida que pudieran encontrar, o incluso desentrañar, sus propios motivos”.
La lectura de Clandy es edificante. Aunque no se esconde la crudeza de una lucha intestina, nos deja el dulce bálsamo de la esperanza. Pero no es una esperanza dulcificada, utópica y sobrehumana. Es la esperanza más humana, más sencilla, más humilde. Aquella que viene de la certeza de que cualquiera de nosotros pude ser redimido. El mérito de Geoffrey Jackson es dejarnos el mensaje de que no hay nadie que sea tan malo, que no pueda ser salvado. Solo basta apostar por la vida.
Juan Francisco Baroffio