CON EGRESADOS DE LA DIPLOMATURA EN CULTURA ARGENTINA, VISITAMOS EL JARDÍN JAPONÉS


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CON EGRESADOS DE LA DIPLOMATURA EN CULTURA ARGENTINA, VISITAMOS EL JARDÍN JAPONÉS Compartí

El jueves 5 de diciembre de 2024 se llevó a cabo el cuarto y último de los encuentros del año para los egresados de la Diplomatura en Cultura Argentina y de la Diplomatura en Historia Argentina.

Despedimos el ciclo de visitas culturales organizadas para ellos, a cargo de Mariana del Castillo y Alejandra Sauze, con una visita al Jardín Japonés de la mano  del profesor, arquitecto y paisajista Jorge Baya Casal. 

Como cierre, compartimos un almuerzo liviano en “El Tambito”, ahora conocido como Selena Café, recientemente puesto en valor.

Compartimos fotos y una crónica de la jornada, escrita por la alumna Gabriela García Morales.


Despertamos con dudas sobre si lograríamos hacer la esperada recorrida del Jardín japonés. Una tormenta fuerte golpeaba la ciudad. Con alegría recibimos un mail confirmando el encuentro cultural ya que el pronóstico estaba de nuestro lado. Fuimos llegando a la puerta de entrada desde distintos lugares mientras el sol comenzaba a asomar. En pocos minutos se fue formando el grupo que lideran Mariana y Alejandra. Sumamos 41 participantes. Un montón de gente con ansias de saber, de aprender, de preguntar y nada mejor que el arquitecto y paisajista Jorge Baya Casal para llevarnos de paseo y responder las curiosidades de la cultura japonesa en este centro inaugurado en mayo de 1967, proyectado y construido por la colectividad japonesa, y luego donado por la Embajada del Japón en la visita de la familia imperial.

“Me sentiré sumamente complacido si una visita nuestra, aunque sea de corta duración, nos permite servir de puente [entre Japón y Argentina] para un más estrecho vínculo…”
(Akihito- 15 de mayo de 1967)

Ese fue el deseo del entonces príncipe heredero al Trono Imperial del Japón, Akihito, al tocar por primera vez en la historia el suelo argentino junto a su esposa, la princesa consorte Michiko.

Aprendimos que todo tiene un sentido en un jardín japonés. Que tener el agua cerca es indispensable para la vida cotidiana de esta cultura, que rodearse de plantas es un arte, que los puentes tienen escalones altos para confirmar el esfuerzo que es caminar por la vida, que los senderos no son rectos sino que van formando ángulos para que ir cambiando la perspectiva del caminante cada tanto, que no todo está a la vista desde un punto fijo si no que hay que moverse, para ver así, por ejemplo, todas las piedras que afloran del agua, que las casas son sencillas, de madera y al acercarse se observa que los espacios se dividen con paneles corredizos de papel de arroz, que hay que descalzarse para entrar y así dejar lo mundano fuera y dar espacio a lo sagrado, que el té es una ceremonia compartida,  la gran importancia de los árboles y los paisajes que forman, que todo toma tiempo y que cada actividad supone un rito. Así recorrimos con cuidado, con algunas dificultades, sin apuro, esos caminos irregulares con subidas y bajadas mientras el sol desplegaba todo su calor y calentaba sin piedad por momentos. A cada paso se oía un sutil y encantador “click” analógico. Esos que nos acompañaron en cada gran evento en el pasado y aquí no podía faltar. Martín, silencioso y escurridizo, registraba escenas que se verán especiales cuando esa cámara las devele.

El arquitecto no sólo experto y preciso, sino dispuesto, amable y con mucho humor fue respondiendo las inquietudes de todos. Nos enseñó que la cascada se dividía en tres cataratas distintas, y enfatizó una vez más que todo tiene un simbolismo en estos maravillosos jardines japoneses y la primera etapa de esa caída de agua que es larga y potente representa la etapa de la niñez y juventud, la segunda más suave y pequeña es símbolo de la madurez de la vida y finalmente una tranquila y llana laguna donde el agua descansa y apenas se mueve, representa a la sabia y a veces, difícil vejez.

Avanzamos ayudándonos unos a otros algo cansados y llegamos al final del recorrido.

Otra vez en la puerta del jardín, nos encaminamos al ex tambito de la plaza Sicilia, inaugurado en 1877 y famoso por ser un lugar donde se vendía leche recién ordeñada al pie de la vaca, ahora convertido en Selena Café donde nos esperaba el menú previamente elegido: deliciosos sándwiches y postres intensos. No fue un almuerzo tan liviano como se anunciaba. ¡Riquísimo! Un ambiente inmejorable para reponer fuerzas, comentar el recorrido y reírnos de las ocurrencias de cada uno de los compañeros de mesa.

Un pequeño viaje que nos alegró el día y cierra un gran año. De a poquito cada uno volvió a su realidad y todos muy agradecidos por la oportunidad, el gran nivel del encuentro cultural y de la calidad humana de los organizadores y participantes.

¡Hasta la próxima!

Gabriela García Morales

Periodista