Nacionalismo y Separatismo. Por Juan Luis Gallardo


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NACIONALISMO Y SEPARATISMO

Por Juan Luis Gallardo*

El problema catalán ha puesto de moda un término equívoco. Y, más que equívoco, equivocado. Pues, para referirse al separatismo alentado por algunos catalanes, se lo denomina nacionalismo. Cosa que también ocurre respecto del separatismo vasco. Y sucede que ese sentimiento no es nacionalismo sino todo lo contrario. Procuraré explicar los fundamentos de esta afirmación.

A partir de la revolución soviética de 1917, comenzó a difundirse por el mundo una oleada marxista, que proponía la lucha de clases para instaurar la dictadura del proletariado. Como reacción ante este fenómeno surgieron, a fines de los 20 del pasado siglo, los llamados nacionalismos europeos -el fascismo y el nacionalsocialismo- que, como antídoto contra la lucha de clases, propusieron una escala de valores a cuyo tope colocaron el concepto nación, abarcador de todas las clases sociales. Propuesta que resulta sin duda atractiva, más allá de la opinión que nos merezcan  los movimientos políticos que la formularon. Y que luego harían suya el nacional sindicalismo de José Antonio Primo de Rivera y el corporativismo de Antonio de Oliveira Salazar.

En el caso de Cataluña nos encontramos con que, lejos de enaltecer los catalanes la nación de la cual forman parte, procuran segregarse de ella. Razón por la cual corresponde llamarlos separatistas, segregacionistas o rupturistas, pero no nacionalistas.

Porque el concepto de nación, núcleo del nacionalismo, incluye en lugar destacado la conciencia de las grandes empresas realizadas en el pasado, conformando un patrimonio común. Y de esas grandes empresas participaron los catalanes por ser parte de España. Así, pueden gloriarse legítimamente de haber resistido a Roma en Numancia, de haber expulsado a los moros de la península, de haber descubierto y catequizado América, de haber vencido a los turcos en Lepanto y a Napoleón en las guerras de la independencia.

El separatismo, en vez de engrandecer a Cataluña la disminuye, la despoja de un pasado imperial y le confiere características provincianas, que no pueden enorgullecer a los mejores hijos de esas tierras. Cosa que quedó de manifiesto en la conducta poco elegante del jefe de la Generalitat quien, cuando las cosas se le pusieron feas, se dio a la fuga, abandonando a los suyos para refugiarse en Bélgica y no caer preso. Mientras españoles llegados de todas partes del país acudían en apoyo de aquellos compatriotas catalanes que se oponen a la ruptura.

Bueno, lo dicho: que me parece mucho más adecuado llamar separatistas a los catalanes que quieren abandonar España, en vez de decirles nacionalistas.

 

*Publicado en “La Nueva Provincia”

 

* Escrito, historiador. Profesor del Instituto.