La Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén


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La Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén Compartí

*Por Jorge Colombres Mármol

 

La Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén remonta su origen a la primera cruzada, conducida por el duque de Lorena, Godofredo de Bouillon. Luego de la toma de Jerusalén, en el año 1099, Bouillon no quiso adoptar el título de Rey de Jerusalén, allí donde había reinado el Rey de Reyes, por lo que adoptó para sí el de Barón Defensor del Santo Sepulcro. Sin embargo, con él se creó el Reino Latino de Jerusalén y sus sucesores sí se titularon Reyes. Godofredo puso el Santo Sepulcro bajo la protección de un grupo de monjes guerreros (según el poeta Torcuato Tasso, fueron cincuenta los primeros Caballeros del Santo Sepulcro). Balduino I de Jerusalén, hermano de Godofredo, les dio su primer reglamento –que seguirían luego los Caballeros Hospitalarios de San Juan, hoy Orden de Malta y los Pobres Caballeros de Cristo, también conocidos como Caballeros Templarios, por haber tenido su primer asiento en las ruinas del Templo de Salomón. Los caballeros sepulcristas adoptaron como símbolo distintivo la Cruz potenzada, roja quíntuple que simboliza las cinco llagas de Nuestro Señor, conocida como Cruz de Jerusalén. Agregaron luego el lema: “Deus lo Vult”, Dios lo Quiere, con el que el Papa Urbano II predicó la primera cruzada en el Concilio de Clermont en 1095.

Para la misma época se creó la Orden de los Caballeros Teutónicos. De las cuatro Órdenes antes mencionadas sólo subsisten como Órdenes de Caballería El Santo Sepulcro y Malta, ya que los Templarios fueron suprimidos en el año 1307 y la Orden Teutónica es hoy una Orden exclusivamente eclesiástica con sede en Viena.

Los Caballeros del Santo Sepulcro combatieron valerosamente en Tiro, Damasco, Ramlah y San Juan de Acre, entre otros lugares, tanto en la primera como en la segunda cruzada. Tras la toma de Jerusalén por Saladino, regresaron a Europa, se instalaron en países como España, Polonia, Alemania y Francia, dedicados al rescate de cautivos cristianos de manos musulmanas. Especial importancia tuvo la Orden en España, donde caballeros sepulcristas participaron activamente en las luchas por la Reconquista.

En 1131 el rey de Aragón, Alfonso I el Batallador, legó su reino por testamento a las tres Órdenes de Caballería. Dice dicho legado, según el documento que se conserva en el archivo histórico de la corona de Aragón, “Para el Sepulcro de Cristo y el Hospital de los Pobres y el Templo del Señor”. Pero los nobles aragoneses se negaron a ejecutar su testamento. En compensación, Ramón Berenguer IV de Barcelona entregó a los sepulcristas varias posesiones en Aragón y Cataluña.

En 1484 el Papa Inocencio VIII, pensando en realizar otra Cruzada, incorporó a los caballeros sepulcristas y lazaristas, con todos sus bienes, a la Orden de San Juan de Rodas (después de Malta). Esta decisión no fue aceptada por los reyes de España, Francia y Polonia y sólo se obedeció en los Estados Pontificios. Finalmente, el papa Alejandro VI, en 1496, anuló la bula de Inocencio VIII y decretó la anexión de la Orden del Santo Sepulcro a la Santa Sede, ratificando así su doble carácter de Orden ecuestre y pontificia.

La Orden, en efecto, ha gozado siempre de la protección de los soberanos pontífices que, a lo largo de los siglos, la han reorganizado ampliando y enriqueciendo sus privilegios. Clemente VI confió a los religiosos franciscanos el cuidado de servir al Santo Sepulcro en 1342, pero era la época en la que los Caballeros eran los únicos que podían armar caballero a otros miembros de la Orden. Alejandro VI se declaró moderador supremo de la Orden en 1496 y delegó a los franciscanos el poder de otorgar la caballería a los nobles y gentileshombres en Tierra Santa (poder de cruzamiento).  La confirmación verbal, o por bula, de este privilegio franciscano fue renovado desde León X, en 1516, hasta el restablecimiento del Patriarcado latino de Jerusalén por Pío IX, en 1847.

La delegación pontifical fue entonces transferida al Patriarca. Luego, en 1868, Pío IX hizo conocer ampliamente la refundación de la Orden a través de cartas apostólicas. La Orden se amplió con la creación de las Damas del Santo Sepulcro gracias a León XIII, en 1888; la primera fue la condesa Lennox, noble escocesa.

Pío X decidió en 1907 que el papa tuviera a partir de entonces el título de Gran Maestre de la Orden, designando al Patriarca Latino de Jerusalén como Gran Prior de la Orden. Cabe consignar que el Patriarcado Latino de Jerusalén comprende los territorios de Palestina, Jordania, Israel y Chipre.

En 1932 Pío XI aprobó los nuevos estatutos y permitió a los Caballeros y Damas que fueran cruzados en sus lugares de pertenencia y no solamente en Jerusalén. Pío XII dispuso la designación de un Cardenal como Gran Maestre y centralizó la organización en Roma. La Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén es hoy una «persona jurídica de derecho canónico», compuesta de miembros laicos y eclesiásticos, que se encuentra bajo la protección del Sumo Pontífice, quien le ha confiado la misión especial de ayudar a la Iglesia en Tierra Santa y de reforzar en sus miembros la práctica de la vida cristiana.

Los fines de la Orden, cuya presencia se encuentra en casi todos los continentes a través de Lugartenencias, son:

  1.  Incrementar entre sus miembros la práctica de la vida cristiana con fidelidad absoluta al Sumo Pontífice y de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, observando como fundamento los principios de la caridad, que para la Orden son un medio fundamental para su ayuda a la Tierra Santa.
  2.  Sostener y ayudar las obras y las instituciones caritativas, culturales y sociales de la Iglesia Católica en Tierra Santa, particularmente de aquellas situadas en el Patriarcado Latino de Jerusalén, con el cual la Orden mantiene lazos tradicionales.
  3.  Estimular la conservación y la propagación de la fe en esas regiones, interesando a los católicos distribuidos en el mundo entero, unidos en la caridad por el símbolo de la Orden, así como a todos los cristianos.
  4.  Sostener los derechos de la Iglesia Católica en Tierra Santa.

Ahora bien, ¿por qué esta dedicación de la Orden a Tierra Santa? Para explicarlo debemos decir que, al terminar la segunda guerra mundial había en Jerusalén un 20% de cristianos; el resto de la población estaba formada por musulmanes y una muy pequeña cantidad de judíos. Hoy, los cristianos de Jerusalén sólo alcanzan el 1% del total de la población, es decir que están a punto de desaparecer. En toda la ciudad viven nada más que 10.000 cristianos, en medio de 250.000 musulmanes y 550.000 judíos.

La vida para la comunidad cristiana es un verdadero calvario. Basta ir a Belén y Nazaret para ver todos los puestos de control que existen, el muro que separa territorios, el aeropuerto al que no pueden llegar, las visas que no se les otorgan, el drama de las familias separadas entre Jerusalén y Ramalá, que no se pueden reunir, la destrucción de viviendas y las demoliciones de edificios a causa del muro o por proyectos viales, la pérdida de las tarjetas de residencia que son fundamentales en Israel porque sin ellas no se puede permanecer en Jerusalén, se pierde el derecho a la propiedad y los beneficios de la asistencia social, fundamental en estos momentos de crisis.

Esta situación ha producido una lenta pero continua emigración de los cristianos de Tierra Santa. La mayoría, árabes con antiquísimos orígenes cristianos en Jerusalén, desde la época de las cruzadas.

Si esta diáspora continúa, en lo que parece un proceso inexorable, si las cosas no mejoran, todos los cristianos del mundo corremos el riesgo de ver a los Lugares Santos convertidos en sititos vacíos sin testimonios de devoción, de fe y de trabajo.

 

LAS OBRAS DE LA ORDEN EN TIERRA SANTA 

Uno de los fines más relevantes de los Caballeros y Damas de la Orden consiste en sostener y promover la actividad religiosa, cultural y social de la Iglesia Católica en Tierra Santa, en particular la del Patriarcado Latino de Jerusalén, que la Orden ha recibido como un legado de la tradición y de la historia.

Esta misión comprende el sostenimiento del Patriarca Latino y sus tres obispos auxiliares, de los 81 sacerdotes esparcidos en las 54 parroquias y de las 120 hermanas al servicio del Patriarcado Latino; también el financiamiento del seminario de Bait Jala para la formación de los futuros sacerdotes, de las 43 escuelas parroquiales, con 1110 profesores y 18.883 estudiantes; de los proyectos edilicios y, además, de la actividad cultural y social.

En el último tiempo se renovaron 7 presbiterios y otros 4 fueron construidos, se reestructuraron 7 conventos de monjas y se adquirieron 2 residencias para estudiantes universitarios.

La Orden Ecuestre del Santo Sepulcro, que es particularmente activa en el campo de la instrucción, últimamente ha hecho construir 4 asilos para infantes y 3 escuelas para alumnos mayores. Es oportuno poner en evidencia que las escuelas construidas por esta Orden y las instituciones por ella sostenidas, están abiertas a todos, sin distinción de nacionalidad, etnia o religión. De tal modo los Caballeros y Damas esparcidos por todo el mundo, intentan contribuir a la comprensión recíproca y a la paz en la Tierra donde nuestro Señor nació, murió y resucitó.

Por otra parte, los miembros de la Orden, animados a ir regularmente de peregrinación a Tierra Santa, aportan un apoyo moral importante a los cristianos de esta región del mundo que, en un clima de crisis económica y política, procuran ser actores de la “cultura del encuentro” para el servicio de la paz.

La Orden actualmente cuenta con unos 25.000 miembros, entre Caballeros, Damas y eclesiásticos; se encuentra en unas cuarenta naciones aproximadamente. En América tiene presencia en Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Brasil y la Argentina.

Para el gobierno de la Orden, a nivel universal, se encuentra el Gran Maestre –un cardenal designado al efecto por el papa– rodeado por un consejo de gobierno, cuya sede se encuentra en Roma, en el Palacio Della Rovere, próximo a la Plaza de San Pedro. Actual Gran Maestre es Su Eminencia el Cardenal Edwin O’Brien, Arzobispo Emérito de Baltimore.

La Orden, como ya se dijo, está compuesta por caballeros, damas y eclesiásticos, su nombramiento se hace por el cardenal Gran Maestre mediante el correspondiente diploma de nombramiento firmado por él mismo y provisto de su sello y del propio de la Orden. El diploma debe ostentar el “Visto” y el Sello de la Secretaría de Estado del Vaticano. El Gran Maestre dispone también las promociones a que pueden acceder los miembros de la Orden y concede las condecoraciones que se pueden otorgar a quienes no son miembros.

Vestimentas:

Los caballeros, recordando la vestimenta de los antiguos cruzados, usan un manto amplio, de lana blanca, largo hasta una altura media entre la rodilla y el tobillo, con un cuello corto en terciopelo blanco, que cierra con una cadena dorada o un cierre con alamares. Sobre el lado izquierdo del pecho, bajo el hombro, una cruz de Jerusalén en lana roja, de 25 cm. Boina de terciopelo negro con el emblema correspondiente a cada grado y guantes de cuero o lana, blanco. Las damas llevan manto amplio, de terciopelo de seda negro con cruz de Jerusalén en paño rojo, perfilada en dorado, mantilla negra y guantes blancos. Los sacerdotes portan muceta con la cruz de Jerusalén sobre la izquierda y guantes blancos.

Territorialmente, la Orden se organiza en unas 60 lugartenencias en el mundo. En cada país donde está presente la Orden puede haber una o más lugartenencias; en la Argentina hay una.

Al frente de cada lugartenencia está el lugarteniente y cuenta para su asistencia espiritual con un Gran Prior.

En la Argentina, la Orden se estableció en el año 1888, durante la presidencia de Juárez Celman. En el Museo de San Nicolás se exhibe el diploma otorgado en 1889 al coronel Lucio Somoza, guerrero del Paraguay, en el que se lo designa caballero de la Orden, diploma expedido por el Patriarca Latino de Jerusalén. La lugartenencia argentina tuvo gran relevancia con lugartenientes como el arquitecto Carlos de Morra, marqués de Monterochetta, durante cuyo mandato tuvo lugar el Congreso Eucarístico de 1934. Pero por distintas vicisitudes la lugartenencia dejó de tener actividad y hacia 1982 fue suprimida. Ese mismo año, luego de un viaje a Roma, el historiador Isidoro J. Ruíz Moreno inició las gestiones tendientes a su rehabilitación, lo que recién fue conseguido en 1994, gracias al apoyo del cardenal Quarracino.

Actualmente en nuestro país es lugarteniente el caballero comendador don Juan Francisco Ramos Mejía y Gran Prior Su Excelencia Reverendísima, monseñor Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata.

Discurso de incorporación como miembro de número a la Academia Argentina de Ceremonial.